Capítulo 12 🎸🎼

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Di un vistazo rápido al armario estrecho a pesar de que ya había elegido la camiseta que usaría ese día porque se la había visto puesta a Tomás en muchas ocasiones. En ella, aparecía Eddie Vedder de joven con el largo cabello castaño revuelto, contorsionando su rostro en una de sus características muecas apasionadas y varoniles.

Mi elección obedecía tanto al hecho de que Pearl Jam era una de mis bandas favoritas, como a que el vocalista se asemejaba demasiado a Tomás físicamente. Su voz también tenía un registro muy similar, aunque la de Tomás poseía un vibrato más agudo y amplio que alcanzaba notas bastante altas. Escucharlo cantar, o más bien gritar, en el crescendo de algunas canciones, era algo que literalmente me erizaba la piel y me producía unos estremecimientos maravillosos. Cualquier amateur de la música hubiera asegurado que la era del Rock había pasado, pero se habría retractado enseguida de haber escuchado a Tomás cantar sólo durante unos segundos.

Su voz era prodigiosa, como le dijo una vez un profesor de música que enseñaba en la universidad. Se acercó a nosotros cuando una multitud se había congregado a nuestro alrededor en un parque, luego de que Tomás se apasionara cantando la letra de una canción que recién había compuesto. Una de sus enormes ventajas era que carecía casi por completo de timidez y cobraba más ánimos cuando tenía público. En varios de los bares y eventos abiertos en los que habíamos tocado, invitaba a personas a cantar con él. Entre su vasta gama de habilidades se encontraba también el baile. Tomás se movía tanto como el escenario lo permitiera, pero quedarse quieto no era para él una opción. Una vez se había subido a la barra de un bar para hacer un solo de guitarra, avanzando con el tiento y la agilidad de un gato, entre las copas y botellas que las personas estaban bebiendo en ese momento sin quebrar ni derramar nada.

Era en definitiva, no solo la imagen sino el alma de la banda. A menudo se le ocurrían piruetas y trucos distintos que implementaba en plena presentación para impresionar al público, aunque también nos impresionaba a nosotros. Como la ocasión en que trepó sobre una viga de metal y desde allí terminó de cantar el último coro de una canción. Yo sufrí durante esos treinta segundos porque la estructura no tenía una apariencia muy estable y tuve miedo de que cayera en cualquier momento.

Nuestro vocalista parecía tener una extrema carencia de temor o nervios, pero yo los experimentaba por los dos. Esa motocicleta y sus acrobacias cirqueras, así las llamaba yo, estuvieron a punto de llevarme a la desesperación en más de una ocasión. No parecía un ser humano sino un primate que saltaba de un sitio a otro por instinto natural.

Eran muchos los músicos que se habían roto una pierna o habían sufrido heridas de gravedad en pleno concierto porque no calcularon bien sus movimientos o estaban distraídos. Él por su parte, gozaba viendo mis caras de angustia y se burlaba de mi preocupación.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora