Capítulo 18 🎸🎼

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El viernes llegó muy pronto.

Acudimos al edificio de Lyrica Records como Héctor nos pidió.

Él, puntual como siempre, ya nos estaba esperando en su elegante oficina. Un abogado de traje y maletín lo acompañaba. Los contratos estaban sobre la mesa, barajados como el naipe.

Los muchachos y yo entramos. La secretaria que nos llevó hasta la oficina cerró la puerta y se marchó.

En ningún momento previo fue tan real la posibilidad de que en verdad estuviéramos firmando un contrato como en ese instante. Tomás expresó sus dudas hasta antes de entrar en el edificio. Aseguraba que no debíamos hacernos muchas esperanzas porque a última hora podría pasar cualquier cosa, como que el Señor Lyrica hubiera cambiado de opinión con respecto a contratarnos o simplemente hubiera desaparecido.

Seb, Tarro y yo optamos por permanecer pensativos, pero yo sabía que los tres albergábamos los mismos miedos que Tomás, sólo que no los expresábamos en voz alta.

Desde que formamos la banda cuatro años atrás, supimos que uno de nuestros objetivos principales era buscar productoras o casas disqueras. No podíamos quedarnos toda la vida siendo músicos de bar, por muy bien que nos hubiera ido económicamente hasta entonces. Tarro y yo éramos muy inseguros a ese respecto y para ser sinceros, nos faltaba la fuerza y la seguridad necesarias para buscar las oportunidades.

Por fortuna, Tomás y Sebastián no tenían ese defecto. Ellos estaban absolutamente convencidos del talento que poseíamos como banda y sus sueños no tenían límites. Tenían una confianza sorprendente que jugaba a nuestro favor en los escenarios, como también fuera de ellos. Probablemente Tarro y yo no hubiéramos llegado muy lejos por nuestra propia cuenta. Éramos talentosos, consagrados y apasionados, pero en un mundo lleno de personas muy virtuosas había que ser arriesgado, valiente, auténtico, llamar la atención de la gente, ofrecerles algo extraordinario.

Y todo eso lo poseían Seb y Tomás.

—¿Todo está bien? — le pregunté a Luis, el abogado de papá.

Los muchachos ya lo habían firmado y esperaban de pie pacientemente.

Mi papá estaba sentado a mi lado y me dedicó una mirada condescendiente.

—Un contrato es algo serio, Melissa. Tu madre y yo tenemos que firmarlo por ti, así que quiero estar seguro de que todo es legal.

Miré al Señor Lyrica de soslayo. Aunque su expresión era impasible, sentí una vergüenza tremenda con él. No nos había engañado hasta el momento, todo lo que había prometido lo estaba cumpliendo y era el primer productor que creía en nosotros.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora