—Sssssss.
El leve siseo irrumpió en mi más o menos plácido sueño. Me revolví entre las sábanas y las mantas, medio dormida.
—¡S-s-s-s-s-s-s-s-s-s-s!
El siseo se intensificó. Tenía una rítmica mucho más acuciante, como un contragolpe y varias semicorcheas.
Gruñí. Tenía la cabeza contra la almohada, así que el ruido salió amortiguado.
Me hice a un lado perezosamente mientras sentía que el colchón se hundía bajo el peso de otro cuerpo.
—Un día de estos voy a ponerle el seguro a la ventana.
—Tus amenazas ya han perdido bastante efecto, Mel — contestó Tomás con su voz cadenciosa —. En especial, cuando no te tomas el trabajo de cumplirlas.
Tomé la almohada y se la lancé a Tomás a la cara, aun sin ver. Él me la arrebató de las manos.
—Ya verás cómo sí las cumplo un día de estos.
Me volví bocarriba finalmente mientras me frotaba los párpados.
Él me aventó la almohada sobre la cabeza y cuando intenté volver a alcanzarla, la apartó con agilidad. No podía culpar al sueño porque mi capacidad de reacción tampoco era muy buena cuando estaba espabilada.
Como no pude darle con la almohada, deslicé mi mano bajo su camiseta y hundí mis dedos en sus costillas. Sentí los músculos lisos y duros de su vientre cuando se contrajo. No me había tomado mucho tiempo descubrir lo sensible que era ante las cosquillas y ante cualquier contacto físico en general. No pude evitar reírme cuando él se retorció, haciendo rechinar la cama. Me llevé una mano a la boca. Buena la iba a tener si Raul se despertaba y encontraba a Tomás conmigo. En mi cama.
También percibí que su torso estaba muy frío. Siempre venía así del muelle en donde trabajaba como empleado, en una plataforma de carga.
—¡Bah! Puras palabras — se mofó —. Aunque no quieras reconocerlo, echarías de menos que yo viniera por aquí a molestarte. Tú me adoras.
La risa me abandonó.
Mi corazón latió con fuerza al oír esas palabras, así como lo hacía ante muchas otras circunstancias casuales en las que mi habilidad de permanecer impasible exteriormente aunque me estuviera deshaciendo por dentro, había sido puesta a prueba hasta límites increíbles.
Ladeé la cabeza lentamente. Tomás se había recostado en la almohada y miraba el techo de la habitación, pensativo y callado. Contemplar su rostro era algo de lo que nunca me cansaba. Sus pómulos y barbilla, ya marcados a los diecisiete, tenían una apariencia mucho más definida ahora. La mandíbula pronunciada y a la vez simétrica delataba su carácter decidido.
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OUTSIDERS, siempre has sido tú
RomanceTomás es mi mejor amigo y el ser humano en quien más confío. Sólo yo lo conozco completamente; sé cuáles son sus defectos y sus muchas virtudes. Tiene una capacidad increíble para iluminar mi día sólo con verlo. No hay ningún secreto entre nosotros...