Capítulo 8 🎸🎼

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Las manos de Tomás se apartaron de mis hombros al instante.

—¿A qué viniste? — preguntó secamente.

Natalia se adelantó hasta quedar en el centro de la habitación, esforzándose porque sus botas de tacón resonaran contra el suelo de madera con más fuerza de la normal.

Iba muy bien maquillada, con el largo cabello negro suelto. El vestido verde oliva era de vuelo amplio y el corte alto resaltaba sus muslos torneados. Arqueó una ceja perfecta.

—¿Es así como saludas a tu novia?

Tomás no se dejó intimidar.

—Es así como le hablo a cualquier persona que ofenda a mis amigos — contestó él.

Ella abrió mucho los ojos, asombrada por la parquedad de Tomás. Yo también lo estaba a decir verdad, pues nunca lo había escuchado hablarle de esa forma. Su relación tampoco destacaba por ser la cúspide del romanticismo, pero me constaba que él se preocupaba por ella, se esforzaba porque se sintiera bien.

—Yo no la ofendí. Sólo dije la verdad — encogió los hombros con frialdad, aunque era evidente que por dentro hervía de la ira a juzgar por la forma errática en que respiraba —. Decir lo evidente no es una ofensa.

La mirada de Tomás se tornaba cada vez más gélida. Natalia no lo sabía, pero lo único que hacía con cada palabra suya era alejarlo más.

—Pues esa clase de verdad no es necesaria aquí, así que puedes irte y yo te llamaré más tarde — ladeó el rostro —. Digo, si es que quieres que te llame.

La seguridad y altanería de Natalia se iban cayendo a pedazos con cada estocada de Tomás. Sus piernas se movían con inquietud y parecía fuera de base.

Una extraña sensación de empatía me invadió. Por un momento, imaginé que era ella, que me tomaba mi tiempo para arreglarme y así lucir más hermosa para ir a ver a mi novio, llevando en la mente la ilusión de impresionarlo. Pero entonces, me encontraba con que había una chica, sentada en su cama y con su ropa puesta.

Era algo que no me hubiera gustado en absoluto.

—Chicos, creo que sería mejor... ir abajo — sugerí, levantándome de la cama como un resorte.

Ellos asintieron y también comenzaron a moverse. El alivio les inundó las facciones mientras lo hacían. Habían contemplado la escena con una silenciosa incomodidad.

—Ustedes no tienen que irse — saltó Tomás con la voz tensa —. Yo los invité.

—No hay problema — exclamó Tarro —. Es tu apartamento, Tommy y necesitas privacidad con tu novia.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora