Luego de que los muchachos se fueron, Tomás y yo estuvimos practicando un rato con el bajo y la guitarra en el garaje.
No mencionó nada de lo que Natalia dijo, supongo que con el fin de no agravar las cosas. De cualquier forma, yo lo observé con mucha atención. No me trató de una manera distinta e incluso hizo una que otra broma, como siempre.
Una de las ventajas más grandes era que yo lo conocía muy bien, y por eso sabía que si había algo que no le encajaba o por lo que sentía curiosidad, no iba a quedarse tan tranquilo.
Para Tomás era inconcebible que yo pudiera tener hacia él otra clase de afecto diferente a la amistad. Y esa era la ventaja más grande de todas.
Aprovechamos el resto de la tarde para reacomodar algunas de sus cosas en el cuarto de abajo. Volví a insistir en que él debía quedarse en el suyo, pero como no logré convencerlo, le ayudé a limpiar y a decorarlo a su gusto tanto como fuera posible.
Hacía falta un edredón nuevo, sábanas y cortinas, ya que sólo había una cobija haciendo las veces de persianas. Tomás no era desordenado, pero sí tenía un sentido de la practicidad bastante llevado al extremo, como la mayoría de los hombres.
En la cocina era igual. Las tazas, platos y cubiertos estaban guardados en la misma gaveta. Tampoco había muchos cajones, pero empleé los que había muy bien para compartimentar la comida y la loza.
La noche llegó muy rápido, quizá por los sucesos del día o simplemente por lo cansada que yo estaba. Sólo pude dormir como tres horas porque me había costado conciliar el sueño. Era la primera vez que me quedaba en otro lugar y sentía un ramalazo de traición por haber dejado sola a mamá con Raul.
Como a las ocho, le dije a Tomás que quería tenderme para dormir un rato. Él asintió y se disculpó de nuevo por el comportamiento de Natalia. Le repetí que todo estaba bien y me di la vuelta con un sentimiento de desazón. Cada vez me parecía una peor idea haber aceptado irme con Tomás y vivir en el Escondrijo, aunque fuera temporal. De haber tenido algo de dinero, todo hubiera sido más sencillo. Habría podido ir a un hotel o pagar un departamento pequeño.
Él cerró sus dedos sobre mi muñeca, la que no estaba magullada.
—No voy a permitir que nadie te haga sentir mal — dijo, como un eco de mis pensamientos —. Si te traje aquí es porque tenía la certeza de que estarías mejor conmigo que en esa casa.
—Estoy más acostumbrada a ese tipo de comentarios de lo que crees, Tomás. Ya no me ofenden.
Él frunció los labios.
—Eso me hace sentir mucho peor.
—¿Por qué? — le pregunté, sorprendida — Tú siempre me has tratado bien desde que nos conocemos.
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OUTSIDERS, siempre has sido tú
RomansaTomás es mi mejor amigo y el ser humano en quien más confío. Sólo yo lo conozco completamente; sé cuáles son sus defectos y sus muchas virtudes. Tiene una capacidad increíble para iluminar mi día sólo con verlo. No hay ningún secreto entre nosotros...