Natalia se abalanzó sobre Tomás en cuanto lo vio llegar.
Se besaron de manera superficial; luego, él la rodeó y pasó de largo, como el agua evade una roca. No hubo miradas ni sonrisas de adoración. Él fue directamente a enchufar su guitarra al viejo amplificador Peavey que había junto a la cama de Tarro.
Elegíamos las tardes porque sus padres trabajaban, al igual que la mayoría de vecinos molestos. En una ocasión, el señor Robledo había llamado a la policía para quejarse del ruido y aprovechamos para contarle a su esposa que les dedicaba floridos piropos a las muchachas cuando pasaba conduciendo por la calle.
Natalia y yo no nos saludábamos. Dejé de hacerlo al ver que ella no contestaba, ni siquiera por cortesía. Era una chica muy bella, pero lo que la genética había diseñado tan bien, lo estropeaba ella con su personalidad.
Era alta, delgada y con curvas pronunciadas en los lugares indicados, sin que le sobrara un gramo de carne. Sus ojos verdes contrastaban de maravilla con su cabello largo y negro. Era sin duda, la clase de chica con la que un productor musical soñaría para hacer sus videos.
Quizá terminaría siendo la protagonista de uno de nuestros videos, pensé mientras la veía fruncir los labios rosados en un mohín de desagrado cuando bajó los ojos hacia mí.
Tarro estaba dejando una paca de cervezas en el suelo y Sebastián afinaba su guitarra. Clara también había ido a acompañar a su novio. Lucía uno de sus vestidos de tonos vivos al estilo Preppy. Clara había perdido a su mamá por el cáncer hacía seis meses, y aun así, seguía siendo la persona más alegre y tierna en toda la habitación. A su lado estaba, todavía con el uniforme del colegio, Katherine, la hermana menor de Sebastián, y junto a ella, un chico al que yo no conocía.
—Banda, este es Luis, mi novio — dijo Katherine. Le puso una mano a Luis en el hombro —. Ellos son la banda.
Todos asentimos en dirección a Luis. Éramos demasiados para presentarnos y seguramente no podría retener ni la mitad de los nombres. También era cierto que estaba más preocupado por la mirada ceñuda de Sebastián que por nosotros de cualquier modo.
Katherine tenía quince y su cuerpo, aun verde con respecto a las formas de mujer, daba la impresión de que era todavía más joven. Las facciones crispadas de Sebastián dejaban entrever la poca gracia que le hacía ver a su hermana pequeña con novio. Seguramente debía ser una noticia fatal y reciente para él.
Como siempre, había varios nidos de partituras y hojas de block garabateadas con letra descuidada, sobre la cama estrecha de Tarro. Él le tendió una cerveza a Tomás y otra a Sebastián. Tomás solía darme uno o dos sorbos de la suya, pero por lo demás, se tomaba muy en serio lo de que yo era menor.
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OUTSIDERS, siempre has sido tú
RomanceTomás es mi mejor amigo y el ser humano en quien más confío. Sólo yo lo conozco completamente; sé cuáles son sus defectos y sus muchas virtudes. Tiene una capacidad increíble para iluminar mi día sólo con verlo. No hay ningún secreto entre nosotros...