Capítulo 11 🎸🎼

268 36 13
                                    



¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



—Creo que es buen momento para cambiar el nombre de la banda — dijo Tomás mientras guardaba su guitarra.

Tarro asintió con energía.

—Sí, eso de "Los Rechazados" no genera mucho impacto y suena a película taquillera de adolescentes suicidas.

—Pues no recuerdo haber escuchado objeciones cuando lo propuse — masculló Sebastián.

Tomás se secó el sudor del rostro con la camiseta que acababa de quitarse. Sebastián se había despojado de la suya hacía rato. Tarro lo hacía sólo muy de vez en cuando debido a su timidez, no porque no fuera atractivo.

Aunque yo también estaba sudando y tenía muchísimo calor, no me quedaba más de otra que aguantarme.

—Porque hace tres años todavía éramos niños y no teníamos nociones de buen gusto ni de estrategia publicitaria.

Llevábamos tres horas ensayando y había salido tan bien que acordamos tener sólo un ensayo más el jueves.

Podía decirse que después de cuatro años tocando y ensayando con ellos, yo estaba acostumbrada a la semidesnudez masculina, pero era algo que seguía incomodándome un poco, en especial, tratándose de Tomás.

—¡¿De qué mierda estás hablando?! — escupió Sebastián.

Yo sonreí. Si Clara estuviera ahí, ya le habría propinado un pellizco o lo habría fulminado con la mirada cuando menos. Natalia tampoco estaba y aunque estaba más que justificado que yo me alegrara de su ausencia debido a la forma en que siempre me trataba, la verdad era otra.

Me gustaba estar con los muchachos sin que hubiera chicas o novias de por medio porque sólo así eran ellos mismos. Decían lo que pensaban, eran espontáneos y desenvueltos. Actuaban como si yo fuera otro hombre más y eso me encantaba. Aunque ellos tuvieran defectos y yo sabía que los tenían, prefería verlos sin filtros ni falsas cualidades de ninguna clase.

El cuerpo de Sebastián era cincuenta por ciento tatuajes. Unos muy bien hechos, cuando pudo pagar bien por ellos y otros, no tan elegantes y elaborados, de cuando era adolescente. Su brazo izquierdo estaba marcado por completo por un bosque frondoso tatuado con tinta negra, a excepción de unas cuantas líneas y vectores de colores vivos como el rojo, el violeta y el azul. Era tan hermoso que casi me daban ganas de hacerme uno igual; de no haber sido por el hecho de que fui con él a la tercera y última sesión y vi los puntos de sangre que le aparecían a medida que la aguja taladraba. Eso, sin mencionar que los tatuajes bien hechos costaban dinero, mucho dinero.

El de Tomás, por ejemplo, había costado más que el del brazo de Sebastián. Él, a diferencia de Seb, prefería quedarse con un solo tatuaje hasta encontrar una verdadera motivación emocional para hacerse otro. Decía que los primeros tatuajes de las personas poseían ese significado profundo, pero luego lo iban perdiendo y terminaban por tatuarse hasta el nombre de un cereal. Si el cereal tenía una connotación valiosa y personal, estaba bien. Ese, no obstante, no era el caso de Sebastián, ya que el tatuaje de su pantorrilla era el logo de una banda que ni siquiera le gustaba tanto y el de su pecho, el demonio de Jeepers Creepers, su película de terror favorita. A mí también me gustaba esa película, pero un tatuaje debía representar algo más trascendente.

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora