Capítulo 24 🎸🎼

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Nunca había sentido tanta angustia en mi vida.

Ni todo el miedo acumulado de todas las veces en que sabía que iba a recibir una paliza por parte de Raul, alcanzaba a acercarse al terror interno que se apoderó de mí cuando vi a Tomás estrellarse contra el suelo del escenario.

Mis pies se movían sin que mi mente fuera del todo consciente. Me sentía inmersa en una pesadilla recurrente de la que no lograba despertar.

No supe de dónde saqué la fuerza, pero lo cierto es que aparté a todo el que se atravesaba en mi camino con una brusquedad nada habitual en mí. Eran mirones y entrometidos en su mayoría.

No obstante, cuando vi los uniformes azules me detuve porque, aun inmersa en mi estado mental primitivo, entendí que estaban ahí para ayudar a Tomás.

—¡¿Está bien?! — dije con el alma pendiendo de un hilo.

Nadie me contestó.

—¡¿QUE SI ESTÁ BIEN?! — grité a pleno pulmón, llevándome las manos a la cabeza.

Uno de los uniformados se volvió hacia mí, pero no dijo nada y se concentró en el herido otra vez.

Avancé otro poco hasta quedar justo encima del círculo que habían formado los paramédicos alrededor de Tomás.

Un sollozo agudo como el de un cachorro herido se me escapó cuando vi que no se movía y un hilillo grueso de sangre le corría por la sien derecha, manchando su camiseta blanca.

Intenté avanzar un paso más, pero un par de brazos me sujetaron de los hombros con firmeza. Me sacudí con una violencia que me dejó estupefacta a mí misma.

—¡¿Qué le pasa?! — chillé, aterrada.

Aunque los paramédicos lo toqueteaban por todas partes, no parecían hacer nada más por él. Más tarde me avergonzaría por mi actitud tan impulsiva e irracional, pero de momento sólo había espacio para la desesperación.

—¡No me toquen! — siseé sacudiéndome por segunda vez cuando los mismos brazos me rodearon con más rudeza.

—¡Cálmate, Melissa! — conminó Tarro detrás de mí en un tono autoritario que yo no le había oído antes — ¡Deja que ellos ayuden a Tomás!

Saber que Tarro estaba ahí me tranquilizó un poco. En lugar de seguir debatiéndome, me giré hacia él y lo miré con los ojos anegados en llanto.

—¡Esto no puede estar pasando! ¡Él no puede...! — no fui capaz de completar la frase y me aferré a sus brazos que aunque delgados, eran tan fuertes y sólidos como el hierro — ¡Yo me muero si algo le pasa! ¡Me muero!

OUTSIDERS, siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora