NUESTROS TELÉFONOS NOS UNEN

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POV TAE

Tal y como dije, me encuentro en mi nueva casa, solo, amargado y con ganas de arrancarme los pelos de la cabeza uno a uno. La frustración se escapa por todos los poros de mi piel, estoy harto de la presión, de cohibirme de hacer lo que me apetece. Esa no es mi naturaleza, joder. Yo soy salvaje, libre, pasional, ¿Cómo voy a hacer para sobrevivir dentro de esta rutina? ¿Cómo voy a vivir en esta preciosa jaula? Porque eso es lo que es, una jaula preciosa, llena de focos, dinero, ropa bonita, hermosos rostros, hermosos cuerpos, elegancia, buenos modales. No hay cabida en este zoo para las cosas de verdad, para los sentimientos, para los verdaderos instintos, para la vida. No hay espacio para las caras lavadas, los cuerpos reales, los deseos más profundos, los verdaderos gustos musicales. Esto es todo un circo orquestado desde arriba, donde nosotros solo somos los actores. Es cierto que con el tiempo nos han cedido pequeños huecos de libertad, sobre todo creativa... pero tras las últimas restricciones, siento que hemos retrocedido de nuevo. 

¿Vale la pena que confíen en nosotros como artistas si para ello tenemos que vender toda nuestra privacidad y dejar que moldeen nuestra imagen para ofrecer un espejismo que encaje con el estándar social ideal? Al parecer, debe valerlo, porque aquí estoy, como un niñato obediente, encerrado en mi casa, aburrido y calladito. Como les gusta. 

Cómo odio esto. 

A modo de venganza, decido boicotear mi valioso cuerpo, contradecir las indicaciones médicas y de nuestros entrenadores. ¿Nada de cenar pesado? ¿Nada de grasas y carbohidratos? ¡Y una mierda!

Tomo mi móvil y busco en la aplicación de comida a domicilio lo más grasiento y con mayor número de calorías que encuentro. Hamburguesa doble con queso cheddar y mozzarella, doble de bacon, huevo y salsa César. Doble de patatas fritas. Brownie de chocolate. Litro de cerveza... y botella de soju. Perfecto. Comprar. 

Dejo el teléfono sobre la mesa del salón y doy pequeños golpecitos sobre mi estómago rugiente. 

- Hoy voy a saciar tus más sucias necesidades, pequeño - hablo con mi tripas sin dejar de acariciarlas sobre mi camiseta.  

A veces creo que realmente voy a terminar volviéndome loco del todo, ya solo me falta que mis tripas me contesten. Gracias a Dios que no lo hacen, así que voy directo a la ducha, a ver si consigo relajar un poco esa maraña de músculos tensos. 

Mientras el agua caliente arrasa gran aparte de las malas vibras que he acumulado durante todo el día, oigo que el teléfono emite un pitido desde mi salón. 

¿Será que hay algún problema con el pedido? Que no lo cancelen por ser demasiado tarde, por favor. Que no me digan que el repartidor no llega hasta esta inmunda zona de viviendas, por favor. No podría sufrir semejante decepción e irme a la cama solo con un triste yogur natural llenando mi vacío. 

Salgo de la ducha, me seco el cabello con una toalla, y hago lo mismo con mi cuerpo. Cuando el agua ya no se escurre a cascadas, me dirijo al salón y tomo de nuevo el teléfono. Tomo asiento en el sofá antes de prender la pantalla. Tengo miedo de la decepción, ahora mismo mi felicidad depende de esa hamburguesa.

Pero no. Desbloqueo la pantalla de mi móvil, y aparece en pantalla el proceso de mi pedido. Está gloriosamente en marcha, en cocinas, más concretamente. Sin retrasos, para más información. Sonrío complacido de que mi pequeño placer vaya a cumplirse. Que se jodan los dietistas. Ojalá mañana no me abrochen los pantalones. 

Sigo revisando el teléfono y me doy cuenta de que el móvil ha sonado por un mensaje. Desplazo la barra de notificaciones y sonrío de nuevo al ver de quién es. SeokJin...

Como un flashback revive en mi mente las últimas palabras que me ha dedicado antes de que yo abandonara la empresa hecho una furia. Un ligero pinchazo encoge mi vientre recordado su voz y su comentario: "Mantén tu teléfono cerca esta noche".

Nuestra burbuja   **Jikook / Taejin /  Kookmin / Jintae Fiction**Donde viven las historias. Descúbrelo ahora