El misterio de Kim Taehyung ♡ KookV

Capítulo 12

Jimin acostumbraba a dormir algunos fines de semana en la casa de su mejor amigo. Mientras huía de la presión que su padre omega ejercía sobre él y llenaba los vacíos que a su vida le hacían falta, con los esporádicos momentos que Jungkook le ofrecía.

Recuerda con pena el fin de semana anterior, terminó demasiado borracho en un bar cuyo propósito inicial nunca fue tomar hasta olvidar realmente qué era lo que hacía. Pero luego del quinto trago, Jimin estaba nuevamente solo, no del tipo solo en el que no tienes a nadie en quien apoyarte, porque él reconoce que a pesar de las discusiones en casa, siempre tendrá un hogar al cual volver y refugiarse, y también tiene a Yoongi y Jungkook, dos de los hombres más importantes de su vida y en los cuales confía plenamente. Pero él se refiere al vacío existente que carcome a su alma, después de conocer a su pareja destinada y no estar juntos.

Hay una linda leyenda que siempre le gustó, desde que su padre la leía antes de ir a dormir y la cual se volvió su favorita durante mucho tiempo. En ella se relata que las parejas predestinadas, son porciones de una misma alma dividida en dos, que el destino y el amor son amigos que deciden romper un alma y envasarla en dos cuerpos para seguirlos y ver cómo se reencuentran. Su papá dejaba de leérsela cada cierto tiempo, para el omega aquella vieja leyenda era más un martirio y macabro juego de destino y amor, para burlarse de las personas de la tierra, pero para Jimin, era más que eso. Amor y destino se aman en secreto y nunca podrán estar juntos por culpa de tiempo, porque él siempre hace que las cosas no coincidan y que funcionen siempre a su manera, entonces los dos amigos solo pueden expresar sus sentimientos, cuando el pequeño momento que tienen juntos les permite dividir un alma y cada uno llevarse un trozo. Después destino se encargará de mover los hilos a su antojo, entretejiéndolos de tal manera que tiempo no sea capaz de predecirlo, porque ese caprichoso tiempo, a veces avanza tan rápido, y otras tan lento, que complica todo. Y luego, para amor, solo es necesidad de dar un pequeño empujón para notar cómo el alma se vuelve una nuevamente, y sabe que todo aquello sucedió también por su amado.

Científicamente, las miles de leyenda entorno a las parejas predestinadas no son más que, en pocas palabras, una basura. Ellos siempre encontrarán una excusa justa para explicar el suceso, como que los alfas tienen esa hormona, que el rubio no recuerda su nombre y realmente si lo hace o no, poco le importa; que se activa en presencia de cierto aroma, y luego solo es cuestión de liberar feromonas para que el omega responda y todo se base en la reproducción, aromas y el cerebro segregando sustancias que te hacen creer todo lo que los libros dicen.

Pero entonces está Jimin, viendo a Namjoon con ojos soñadores, añorando algo que no sabe si sucederá y deseando con todas sus fuerzas que sus sentimientos se debiliten si quiera un poco. Porque él no logra encontrarle explicación a la extenuante conexión que lo une a él, y sí, es agotador, no hay mejor manera de describirla. Es agotador ver cómo todo su cuerpo e instintos reaccionan ante su presencia, es agotador saber que con una mirada de esos ojos café con motas verdosas, pondría el mundo a sus pies, y es inmensamente agotador estar parado siempre a la deriva sin encontrar la palanca de retorno.

Namjoon es agotador, pero es su pareja. Y las explicaciones científicas no tienen validez cuando del alfa se trata.

Pero también está la rabia que se acumula en su interior cada vez que piensa en como el alfa puede vivir tan bien lejos de él, porque Jimin sabe que lo siente, lo sabe porque ha sido consciente de esos ojos que desbordan inteligencia seguir su diminuta figura cuando están en una misma habitación, lo sabe porque inconscientemente su aroma ha llegado a marcarlo más de una vez, y aun así, la barrera que los separa sigue siendo demasiado alta e impenetrable para las pocas fuerzas que le están quedando.

- ¿Qué haces despierto? – Jungkook se asusta con la presencia del rubio en el sofá y el café humeante en sus manos, con su mirada perdida entre los rayos que se levantan y atraviesan el gran ventanal que tiene el alfa en la sala.