64. No me quiero ir.

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Las mentiras siempre fueron mi única realidad.

No me costaba mentir, fingir, actuar, aprendí a superarme a mí misma, a aparentar lo que no sentía y me había convertido en una experta. Ahora, debo interpretar el papel más complicado que he tenido en mi vida, debo engañar a alguien que ha conocido más allá de la máscara.

Hace dos días me dieron de alta en el hospital, Grace se encargó de todo, al parecer los doctores sacaron sus propias conclusiones y nos dieron la información necesaria para una adicta que desea salir de su adicción, no fue fácil escuchar sobre centros de rehabilitación, efectos de abstinencia y problemas psicológicos que pueden ser los causantes de mi estado. Grace se encargó de todo, ella tomó los folletos, respondió lo que yo no podía, solo ahí supe lo comprometida que ella estaba conmigo, estaba cumpliendo lo que me prometió y era hora de que yo hiciera lo mismo.

Nadie lo dañará, ni siquiera yo misma.

Estoy vestida cómodamente, me he puesto un lindo vestido azul cielo, también intenté peinarme un poco, mis manos temblorosas no ayudaron, pero hice mi mejor intento de una trenza. Opté por cubrirme las ojeras y disimular la palidez de mi rostro con maquillaje, todo ha sido mucho más difícil para mi de lo que debería y es porque sé que me arreglo para dejarlo.

Repito mentalmente el guion que he preparado y me dan ganas de llorar de solo recordarlo, es necesario que suene convincente para que él ceda. Ayer Grace le pidió que volviera a su hogar, que se encargara de su casa, la empresa, que volviera a retomar la vida que dejó por ella, como sabíamos que sucedería, él se negó.

No tuve las fuerzas para conversar del tema ayer. Damián no ha querido hablar de nada, ni de lo que pasó ni de lo que estaba pasando, cada minuto que pasaba lucía más cansado y atormentado, él seguía culpándose y verme en estado demacrado le daba suficientes razones para sentir lastima por mí.

Tocan mi puerta, sé quien es, yo misma le he enviado un mensaje hace unos minutos pidiéndole que por favor viniera a mi habitación.

—Adelante —la puerta se abre y mi corazón late con fuerza.

Me encuentro con su linda mirada y una sonrisa gigante que hace relucir sus bellos hoyuelos; su cabello despeinado cae por su frente y él se pasa la mano para echarlo hacía atrás. Desde que desperté lo he visto actuar como si estuviera bien, como si todo fuera normal entre nosotros.

Es hermoso, Damián es hermoso, todo de él, tanto su físico como su personalidad, es lo más dulce y bello que he conocido en mi vida. Él es maravilloso, recuerdo como era antes de involucrarse conmigo, su arrogancia era desquiciante, se creía el rey del mundo. Siempre tenía una respuesta mordaz, una mirada incrédula, algún comentario desquiciante, ese chico se ha estado marchitando y no me he dado cuenta hasta ahora.

—Hola Bella... —camina hacía mí e intenta saludarme con un beso en los labios, desde que me levanté hace eso, desde que me di cuenta de que era para seguir fingiendo que nada pasó, lo he rechazado. El impacto de sus labios termina en mi mejilla, él actúa como si nada.

—Damián...

— ¿Necesitas que te ayude en algo? Lamento no venir más temprano, he estado solucionando algunos problemas con Grace —no se me pasa por alto la forma en que la nombra.

—Estoy bien —respiro hondo, las palabras se me atascan, no sé cómo llevar esta conversación.

— ¿Sucede algo, bella? —no quiero que note mi nerviosismo, estoy temblando, sudando y a punto de caer llorando en el suelo, necesito ser fuerte.

—Si, si sucede —respondo cortante—, ¿Por qué te niegas a irte?

—¿Qué? —sus cejas se juntan en un ceño fruncido y poco a poco la comprensión llega a su rostro—. Te enteraste de eso...

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora