Damián y yo estamos sentados uno al lado del otro, pero me siento a mil kilómetros de distancia. Su forma de defenderme me conmovió y apenas lo alejé de la fiesta y estuvimos lejos de tantas miradas curiosas, en vez de marcharse o gritarme, solo me dijo que le diera su tiempo. Nos sentamos en la arena y observamos la luna adornar el paisaje, su luz se reflejaba en las aguas tranquilas de la playa.
Quiero que hablemos, necesito explicarle toda la situación, él debe estar pensando cosas horribles y dolorosas, lo peor es que son ciertas, pero al menos quiero que sepa que mis sentimientos por él son genuinos, que no estoy jugando.
—Te tomaste de forma muy literal lo de romperme el corazón —rompe nuestro silencio, volteo con rapidez por la sorpresa, él sigue con la vista fija en el mar.
—Yo... —no sé que decir, no sé como iniciar el enredo de palabras que tengo en mi cabeza, es frustrante y doloroso, se me seca la garganta—. Lo siento —susurro cerrando los ojos con fuerza.
—Tú lo siento no vale nada —su frialdad me lastima—, no me mereces.
—Lo sé —abro mis ojos, quiero que me mire, pero no me atrevo si quiera a proponerle que voltee el rostro, debo escucharlo, tener más tiempo para pensar en mi defensa.
—No, no lo sabes —por fin voltea, pero sus ojos hacen que todo mi cuerpo tiemble, me duele la boca del estómago y me falta el aire, esa mirada... es de odio—. He hecho todo por ti, he cogido valor por ti, he hecho cosas que jamás haría por ti, ¿Y tú que has hecho por mí? Nada, ni siquiera eres capaz de luchar por mí, Amanda.
—Lo sé —repito. ¡Dios! ¡Di algo más Amanda! Estoy frustrada y mi respiración se acelera.
—Has elegido —los ojos de Damián se humedecen y me hacen sentir lo más miserable del planeta tierra, yo he provocado ese dolor—, pudiste elegirme y no lo hiciste.
No. No. No.
—Yo... —¡Joder! ¡¿Por qué no puedo hablar?! Mi labio inferior tiembla, mi cuerpo empieza a temblar y la garganta a arderme.
Él no necesita mis explicaciones, ha entendido por completo lo que sucedió, sabe que escogí a mi padre, a mi herencia, escogí engañarlo, ocultarle lo que en realidad pasaba.
—No digas que no tenías opción —Damián se levanta justo cuando una lagrima se le escapa y rueda por su mejilla—, espero que lo que sea que buscas, valga más que lo que teníamos.
Teníamos. Teníamos. Teníamos.
Damián camina hacía la playa y se mete al mar mientras que yo solo lo observo con mi corazón rompiéndose en mil formas diferentes. No, no quiero perderlo, no puedo perderlo, no así.
Me levanto sin saber que hacer o decir, corro hacía él todavía en estado de shock. Necesito explicarme.
—¡¿Qué querías que hiciera?! —le grito a su espalda, él se detiene—. ¡No quería herirte ni perderte, y no podía negarme, hice lo que creí mejor! ¿¡Que querías que hiciera, Damián!? —necesito que entienda que estaba atrapada, que no fue fácil escoger.
— ¡Que me eligieras! —voltea bruscamente y retrocedo, sus palabras me golpean—, ¡Te amo, Amanda! —me grita con rabia—, No te quiero... ¡Te amo! ¡Y es jodidamente doloroso amar a alguien tan egoísta como tú!
— ¡Tú no sabes todo lo que he luchado por esto! —le grito cerrando mis ojos, hago una mueca para evitar las lágrimas.
— ¡Tú no sabes cuánto he luchado por esto! —repite lo mismo que yo—. Solo quería que sintieras alguna pizca de lo que yo sentía por ti, que cuidaras mi maldito y jodido corazón como yo cuidaba del tuyo. Pero no, los Kane no aman ¿Verdad? Solo se aman y se eligen a sí mismos y a su dinero.
— ¡No más! —me tapo el rostro con las manos.
De repente algo impacta contra mi cuerpo haciéndome caer y tragar agua. Me impulso hacía la superficie y parpadeo confundida, una ola gigante nos chocó. La marea se está descontrolando al igual que mi vida, no fui consciente de lo profundo que estamos, el agua me llega por debajo de los senos.
Mi visión se ajusta y noto que Damián se ha acercado a mí, sus ojos me miran con preocupación. No puedo más con esto, camino hacia él y me detengo cuando estoy a una escasa distancia.
—No quiero apartarme de ti —alza su mano y empieza a acariciarme el cabello, intentando apartarlo de mi rostro.
—Yo no puedo apartarme de ti —digo con toda la desesperación que puede expresar mi voz, no espero, salto encima de él y enrollo mis piernas en sus caderas.
Nuestros cuerpos están juntos y aunque el agua está fría, siento calor ante su cercanía. Rodeo su cuello con mis brazos y me esfuerzo por no llorar en frente de él.
—No me dejes —suplico, no me importa suplicar.
—No te he dejado Amanda, tú me dejaste a mí —sonríe con tristeza.
No aguanto, no puedo aguantarlo. No tengo perdón, ni excusas, ni explicaciones, solo quiero que lo olvide todo y que sigamos como si nada hubiera pasado. Beso sus labios con rapidez, soy voraz, determinada, él se rinde ante mi correspondiéndome el beso, encendiendo las esperanzas.
Juego con sus labios, los muerdo, los disfruto y ruego mentalmente por enloquecerlo tanto que me perdone. Necesito recordarle lo que tenemos, lo que sentimos, no soy buena hablando o expresando mis sentimientos, estoy haciendo lo mejor que puedo. Las manos de Damián se aprietan en mi cintura y todo mi cuerpo se enciende. Me besa con más fogosidad, no quiero que se detenga nunca, quiero que este sea nuestro lugar.
—Basta —dice entre mis labios; no me alejo, no me puedo alejar.
De repente aleja su rostro y voltea bruscamente su cabeza. No me gusta su mirada. Me está doliendo toda esta situación, me estoy ahogando en palabras no pronunciadas, en explicaciones imposibles de dar, en un amor que no puedo expresar.
—Pensé que no podías caer más bajo, que intentas convencerme como lo hiciste con Brandon definitivamente es lastimoso —con brusquedad se deshace de mi agarre, sé que lo dice para herirme, lo consigue—, no todos los hombres vamos a caer cuando nos abras las piernas Amanda. Respétate y respétame.
Me quedo inmóvil cuando él camina lejos de mí, llevándose mi corazón consigo. No lo sigo, solo veo su silueta alejarse lentamente. Quisiera ser el tipo de persona que dice lo que siente con facilidad, que usa las palabras para sanar y no para herir, desearía ser alguien que pudiera darle seguridad y estabilidad, él merece que lo elijan, el merece ser la primera opción de alguien.
No puedo construir un mundo de fantasías, él merece que alguien lo ame en la realidad, y yo jamás podré hacerlo.
—Lo he perdido —murmuro para mí misma.
Expresar la situación en voz alta hace que se vuelva más real, y que duela más. Varias lagrimas se escapan de mis ojos y las dejo correr; soy como mi padre, estoy dando migajas y espero que se conformen con eso.
¿Qué esperaba? Teníamos el tipo de romance que está condenado a terminar, no podemos expresar nuestro amor, siempre estaríamos queriéndonos a escondidas, no seríamos una pareja que aprobaran nuestros padres, causaríamos repulsión.
— ¡Joder! —grito. Empiezo a sollozar y mi pecho se contrae—. Yo también te amo, te amo demasiado Prescott.
Jamás pude decírselo, jamás pronuncié un te quiero, mucho menos un te amo, le robé todo sin darle nada a cambio.
—Te amo, Bestia.
Y me quedo en la soledad llorándole a un amor que perdí, que yo misma alejé, un corazón que yo rompí, ese chico me amó de una forma que me marcó, y sé que no podré olvidarlo, pero jamás podré corresponderle.
Damián tiene razón, no lo merezco, y jamás lo mereceré.
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Las reglas del deseo | 1.0
Novela JuvenilDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...