25. Eres la modelo de la caja

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— ¿Tú te puedes casar por amor y yo tengo que hacerlo por negocios? —le reprocho.

—Nuestros casos son diferentes, yo soy hombre.

—¡¿Y yo soy una puñetera alienígena?! —le chillo indignada, pone una cara de desagrado por mi vocabulario, pues que se meta mis palabras por donde le quepan, no pienso bajar la cabeza ante esto—. Deja de planear cosas raras en tu cabeza, haré las prácticas en tu empresa y apenas acabe la universidad me pondrás de tu aprendiz te guste o no; mi madre me dejó el 30% de las acciones de la empresa que me serán entregadas apenas me gradúe —mis manos tiemblan e intento ocultarlas.

—Un 30% frente a un 60% que tengo yo, y un 10% dividido en accionistas que también controlo yo ¿Crees que dejaran que manejes la empresa solo con vestirte provocativamente, menear tu culo y sonreír? —dice enojado—. Ningún accionista dejará que tomes el poder. Además, debes entender que las acciones de tu madre me pertenecen hasta que me dé las ganas de dártelas o comprártelas.

—Soy inteligente —digo con detenimiento en cada letra—. Tengo las mejores calificaciones de mi curso, todos mis proyectos son alabados por mis profesores que hablan maravillas de mí. También tengo muchos contactos que pueden convertirse en alianzas que beneficien la empresa, no solo tengo una sonrisa y un culo bonito papá —escupo la última palabra con los dientes apretados—. No conseguiré prácticas en ninguna empresa del sector porque todas te temen, pensarán que me mandaste para espiar a la competencia o algo parecido.

—No estás lista —responde con sequedad.

—¿Y cuándo lo estaré? —gruño enojada.

—Cuando seas reconocida por todos los méritos que me has dicho anteriormente y no por salir en revistas de chismes borracha y haciendo estupideces. Eres capaz, inteligente y sé que tienes buenas ideas... tu capacidad es grandiosa, pero siempre te verán como un culo bonito porque ha sido la imagen que tú has puesto Amanda. A eso quiero llegar. La empresa será tuya cuando tengas un buen hombre a tu lado...

—Esa imagen es solo porque soy mujer —mi pecho empieza a subir y bajar, necesito controlar mi respiración, pongo todas mis fuerzas en no pegarle una cachetada a mi padre—. Si lo hiciera un hombre no hay problema, pero lo hace una chica, entonces es puta. Puedo divertirme y ser una de las mejores empresarias en el campo, una cosa no mide a la otra, no mide mis capacidades. Y... no me casaré con un estúpido de mami y papi para darle tan fácilmente todo lo que yo he trabajado.

— ¿Qué has trabajado? Nunca has movido un dedo —me gruñe acercándose un paso a mí.

—Porque tú jamás me has dado la oportunidad, ni siquiera puedo entrar en el edificio principal por tu culpa, es más no permites que entre a ningún lado —lo señalo con el índice—. Si fuera por mí, trabajaría día y noche en la empresa, no dormiría si quiera...

—No estas lista para esta conversación, lo hablaremos cuando madures y entiendas mi punto —me da la espalda y empieza a caminar hacía la casa, pero no me rendiré ahora, corro y me paro enfrente de él, me mira con el ceño fruncido—. Y pasa más tiempo con tu familia, por favor.

— ¿Familia? —repito bajando el tono de mi voz sin quitarle la burla, hablo lento, pronunciando cada palabra con seguridad, y no es necesario gritar, lo miro a los ojos con todo el odio contenido—. Mi familia murió cuando tenía 10 años, mi madre murió de cáncer y mi padre de tristeza. No tengo familia.

—Entiendo que todavía pienses así, pero debes madurar... —dice como si nada, así es él, nunca muestra el más mínimo sentimiento conmigo; su tranquilidad me saca de mis cabales—. Soy tu padre, me he casado; tienes una madrastra y un hermano. Acéptalo.

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora