Mi celular está tirado en mi cama con la pantalla encendida mostrando una foto recién publicada de Brandon con una chica que no tengo idea de quién es, ella está sentada en sus piernas mientras agarra su rostro con ambas manos, ambas miradas están dirigidas a los labios del otro. Realmente no me afecta ni me importa esa publicación y ese es el problema...
Brandon ya no me interesa, me interesa Damián, y eso definitivamente es lo que me enloquece. Si no hubiese visto esa foto no me hubiese dado cuenta de la magnitud de jodida que me encuentro. Han pasado dos días después de el ultimo beso y ya no puedo aguantar más.
Deseo a Damián, lo deseo tanto que no sé de dónde proviene esa necesidad, mi cabeza está llena de él, es un capricho grande, solo un capricho, pero temo que me atormentaré hasta no saciarlo. ¿Qué hago? ¿Por qué él? De tantos chicos que puedo tener en mi cama... ¿Por qué quiero que sea con el egocéntrico, idiota y estresante de Damián Prescott? Él está prohibido.
Pienso en lo que me dijo Alex y tengo un nudo en la garganta, quiero ir a la habitación del simio y contarle mi extraño plan, porque si, Alex me dio la idea de un contrato a lo Christian Grey omitiéndole el sadomasoquismo, sé que lo decía en broma, pero yo solo quiero hacerlo real.
¡¿Qué estás pensando, Amanda?!
Respiro, necesito salir de esto y rápido, dejo de pensarlo y salgo de mi habitación como una loca; corro a la habitación de Damián y abro la puerta sin siquiera tocar.
— ¿Amanda? —Damián alza su rostro apenas entro en su habitación; mis pies se detienen y siento que todo a mi alrededor se paraliza.
Damián está sin camisa, con unos jeans y descalzo, sentado en su cama con un libro cerrado en sus manos ¡Este hombre está creado para atormentarme! Se ve tan encantador, tan sexy, parece sacado de una revista y Laura tiene razón, hay muchos chicos sexys en el mundo, pero solo existe un Damián Prescott; él tiene algo atrayente, algo que te hace querer conocer y descubrir todos sus secretos.
Cierro la puerta y me acerco a su cama con un nudo en la garganta, me detengo y noto que me mira con el ceño fruncido; mi mirada se desplaza involuntariamente hacía sus labios, los cuales han estado rondando en mi mente desde que se juntaron con los míos.
— ¿Estas bien? Te ves horrible —se burla, no necesito que me diga cómo me veo, yo misma soy consciente de ello, no he podido dormir y el alcohol no me relaja los nervios, no esta vez.—. No te he visto desde... —sonríe maliciosamente—, ese día.
Siempre he sido alguien segura, decidida, que muestra firmeza y confianza, aunque se esté derrumbando, fingir y actuar siempre fue tan fácil, pero con Damián es imposible.
— ¿El ratón te comió la lengua? ¿Qué quieres? —pregunta, noto su incomodidad mesclada con preocupación, no suelo estar callada y con aspecto derrotado, porque así me siento, estoy derrotada por las ganas que le tengo a ese hombre—. ¿Que? ¿Vienes a repetir? —dice burlonamente intentando provocar una reacción. Lo consigue.
—Si —digo soltando todo el aire contenido.
Su reacción no tiene precio, claro que no, Damián nunca espera mis respuestas; pero jamás en la vida yo esperaría esa reacción. Damián abre los ojos como platos y sus hermosas mejillas se tiñen de un rojo apenas perceptible. Y lo peor no es eso, sino que me quedo embobada viendo esta nueva faceta de él, se ve encantador. Sus cejas se estrechan casi tocándose y menea la cabeza como si todavía no creyese lo que acabo de decir; yo tampoco me lo creo.
—Estoy agotada —empiezo a hablar y soltar la razón por la que vengo—. No he dormido, no he comido ¿Y crees que puedo? Pues no, solo pienso en que te deseo, maldita sea ¡Odio sentirme así! Soy yo la que provoca esta reacción en los hombres, nunca me ha sucedido lo contrario. Quiero sexo —una risita nerviosa sale de mis labios mientras que él solo está inmóvil—, Si me deseas tanto como yo a ti, quiero proponerte una relación entre nosotros, solo de ámbito sexual; tendríamos un contrato de privacidad que contenga ciertas normas que debemos acatar ambos.
ESTÁS LEYENDO
Las reglas del deseo | 1.0
Teen FictionDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...