—Bella, realmente eres pesada —susurra entre risas.
—Aiñ —me quejo sin abrir los ojos.
Damián me tiene cargada entre sus brazos, los míos rodean su cuello y mi cabeza está acostada en su pecho. Caí dormida en el trayecto a casa, ni siquiera abrí mis ojos cuando me anunció que habíamos llegado, no tenía energías.
Después de besarnos hasta quedarnos sin aire, Alejandro apareció con arroz chino, no estuvo muy rico que digamos, pero bastó para que todos quedáramos satisfechos y nos llenara de energías, aunque la mía se desvaneció rápidamente.
Siento como sube las escaleras sin ningún esfuerzo, no entiendo de que se queja, si claramente puede conmigo. Entreabro un poco los ojos y pasamos la puerta de su habitación, él tiene una clara intención de dejarme en la mía. Debería quedarme callada, dormir sola y no molestarlo, ya he tenido pesadillas a su lado y temo que se entere de ese horrible aspecto de mí.
—Quiero dormir a tu lado —murmuro, lo que digo es lo contrario a lo que pienso. Efecto Damián.
—No creo que sea buena idea, si Carol...
—Ella nunca entra en nuestras habitaciones, y la otra vez dormí contigo —alzo la cabeza para mirarlo, está cansado y físicamente se nota—, Quiero dormir a tu lado —repito lentamente, la necesidad se escucha claramente en mi voz, estoy tan agotada que ni siquiera la disimulo.
Damián da la vuelta y entramos en su alcoba, suavemente me deposita en su cama lanzando un resoplido. Se queda ahí, de pie, mirándome, le sonrío y él me devuelve la sonrisa, aparecen unos bellos hoyuelos que cada vez captan más mi atención.
—Vamos a dormir —palmeo a mi lado.
—Me voy a cambiar y deberías hacer lo mismo —se quita la chaqueta y se va desabotonando la camisa lentamente, no deja de mirarme y yo no dejo de mirarlo.
El suelo se me quita y parpadeo con rapidez, me quedo embobada detallando cada uno de sus movimientos.
—Prefiero observarte toda la noche —pone los ojos en blanco y bostezo, realmente tengo sueño.
Me levanto de la cama y sacudo mis pies para deshacerme de los tacones; Damián está concentrado en desabotonar el último botón de su camisa. No puedo aguantar, no mientras está así, con su ceño medio fruncido, sus manos moviéndose lentamente, su cuerpo exhibiéndose de esa manera. Noto que tiene un problema con el último botón y como soy un alma caritativa y del cielo me le acerco a ayudarlo.
Sus manos caen a sus costados y me encargo de desenredar el ultimo botón, intencionalmente me acerco demasiado y tardo más de lo necesario, casi puedo sentir el calor que desprende su piel.
—Bella... —me advierte, ha notado mis intenciones
— ¿Qué bestia? —desabotono la camisa y la abro en par, observo su pecho, su abdomen, y me quedo en ese punto donde se le marca una perfecta "V". Muerdo mi labio inferior.
—No juegues con fuego.
—Me gusta quemarme —alzo mi rostro y junto nuestros labios sin dejarlo procesar mucho la situación.
La sorpresa lo abandona rápidamente y nuestro beso se vuelve desesperado en solo unos segundos, es lento y pasional, jugueteamos con los labios del otro de una forma enloquecedora, ya sé que hacer para enloquecerlo, y sin duda él sabe hacer lo mismo. Me inclino más para tener mejor acceso y me empino un poco, sus manos van directo a mis caderas y las junta tan rápido a las suyas que un gemido escapa de mi boca.
Paso mis manos por su pecho y me entretengo en su abdomen, luego lentamente vuelvo a subir hasta sus hombros solo para quitarle la camisa por completo, no paramos de besarnos en ningún momento.
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Las reglas del deseo | 1.0
Novela JuvenilDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...