Sus manos palpan mi piel empapada, se deslizan por ella como si la adoraran, como si quisieran abarcar cada milímetro. Nuestros besos son tiernos y en algunos momentos desesperados. Estamos en la ducha, en ropa interior, porque sabemos que sin ella no tardaríamos mucho en ir directo al punto y queremos alargar el momento.
Mi mente está en un lugar libre y desinhibido, aunque no haya respondido a sus palabras, en mi mente está más que claro que lo que siento por Damián no tiene nombre, no sé cuándo pasó, ni cómo se intensificó, pero lo hizo. Me encantan sus ojos y la forma en que me mira; me encanta su sonrisa, nadie la conoce como yo, conmigo sale a relucir en todo momento, no la oculta, no la finge; me encantan sus hoyuelos, me encantan sus labios, esos que siempre me suelen besar de una forma abrasadora; me encanta su forma de hablarme, de tratarme, me encantan nuestras peleas, porque, aunque esté muy molesto siempre vuelve a mí.
Me encanta todo de él, y me da pánico que me encante tanto.
Nos separamos unos segundos para respirar, lo miro y me mira, no hay momentos incomodos entre nosotros.
—Eres hermosa —con sus dedos delicadamente empieza a echar algunos mechones de mi pelo hacía atrás. Damián cierra la pluma del agua y junta nuestras frentes—. ¿Será que ya estamos lo suficientemente limpios?
—No —soy rápida en responder, quiero quedarme así, sin importar que termine con mi piel hecha una uva pasa—. Falta el jabón, falta mi polvo...
La carcajada que suelta es música para mis oídos, soy una descarada, pero no perderé la oportunidad de tenerlo dentro de mí.
—Mejor saquémonos, vayamos a la cama...
— ¿Por qué no aquí? —me empino e inclino mi rostro para atrapar mi labio entre sus dientes, su garganta empieza a ronronear cuando suelto su labio, sé que lo quiere tanto como yo.
—Será incómodo para ti...
—No, no lo será —sonrío—, digamos que quiero... —mis labios se acercan a su mandíbula y empiezan a regar besos por ella—, quiero experimentar y después de hacerlo en todos los rincones que se nos ocurra, decidiré que es lo que más me gusta y lo que no.
—Jum... —sus manos se ciernen en mi cintura y continuo mi ataque bajando y pasando mi lengua por su pecho.
—Quiero hacerlo aquí, Prescott...
—Tú lo pediste —se aleja unos pasos de mi dejándome inmóvil—, ahora princesa...
— ¿Por qué a todos se les da por llamarme princesa? —lo digo sin siquiera pensar.
— ¿Todos? —él frunce el ceño inmediatamente... ¡Oh mierda! No quería decir eso, la verdad es que solo él me llamaba así, hasta que también se le pegó a Brandon—. ¿Quién más te ha llamado así?
—Ehh... —joder, joder, joder. No, no, no.
—El idiota ese... —gruñe entre dientes.
—No te preocupes por él...
—Bella, él puede llamarte como le de la gana —sonríe—, pero jamás tendrá el mismo efecto que tiene cuando yo lo digo —suelto el aire contenido y le devuelvo la sonrisa—. Todo lo que yo haga primero será inolvidable para ti, me aseguro de que así sea, y como fui el primero en meterme entre tus piernas, estoy seguro de que será muy difícil encontrarme remplazo.
Se acerca nuevamente, esta vez con una decisión en su mirada que me pone muchísimo, ni siquiera me da tiempo de reaccionar cuando me agarra por la cintura y me impulsa hacía arriba, mi espalda choca el vidrío que rodea la ducha y mis piernas por inercia rodean sus caderas. El contacto de su dureza contra mi entrepierna me hace lanzar un gemido.
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Las reglas del deseo | 1.0
Roman pour AdolescentsDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...