15. ¿Me tienes miedo?

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Carol nos despierta a todos con su habitual sonrisa de cordialidad; ella más varias empleadas nos traen un desayuno espectacular, todos mis amigos quedan con la boca abierta ante todas las delicias, sin embargo, a mí no me apetece comer absolutamente nada, aunque lo hago para mantenerme ocupada. Casi no pude dormir en toda la noche y estoy un poco malgeniada, las ganas me están matando, y estoy segura de que, si mis amigos no estuvieran, me hubiese masturbado pensado en él.

Miro mi plato, está perfectamente decorado con huevos en figuritas de corazón, varias fresas, tocino, un pancito con polvo de hornear encima y queso recortado en lágrimas. Eso junto con chocolate caliente y jugo de naranja; si, los Kane estamos acostumbrados a mostrar lo mejor que tenemos cuando hay visitas, debemos impresionar. Como lo que puedo hasta que ya no me cabe más, cuando recogen los platos empezamos a conversar de cosas triviales, pero yo apenas abro mi boca para opinar.

Decir que estoy en la luna es poco; solo pienso en él, en sus labios, en nuestro beso, en esa unión inesperada que me ha revuelto la cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo olvidar esa explosión? He besado a varios chicos que despertaban algo en mí, un ejemplo claro es Brandon, y me gustó su beso, sentí cosquilleo, pasión, atracción carnal, pero maldición, con Damián todo se intensificó hasta un punto inexplicable. Jamás me he mojado tanto... y tan rápido.

Damián es un chico que sabe lo que hace, me besó mostrándome su experiencia y agilidad para hacer que a cualquier mujer le exploten los ovarios, es interesante y atrayente, y deseo más, entiendo por completo la fascinación de Laura, pero no puedo perder la cabeza así por un hombre.

«Eso hace con todas» me repito varias veces a mí misma, él es un experto que está acostumbrado a que todas caigan a sus pies ¿Me rebajaré como Laura? No, estoy segura de que cuando me vea me hará sentir como una idiota, ya imagino su sonrisa arrogante al pensar que Amanda Kane cayó en sus garras.

—Estas en la luna Amanda —Laura atrae mi atención, la miro y noto que todos están observándome. De verdad que siento mucho aprecio por Laura; ella y Alex son muy importantes para mí, pero tengo ganas de asesinarla—. ¿Qué ocupa tus pensamientos? —pregunta en tono burlón.

—Estaba pensando en que quiero un chapuzón ¿Y ustedes? —digo con la voz animada y colocando una de mis superficiales sonrisas. Todos dicen que sí y la habitación empieza a convertirse en un caos.

Me levanto y voy directa a mi armario, saco un traje de baño rojo de dos piezas, el cual tiene unos encajes muy bellos. Salgo y noto que se están turnando para cambiarse. Llega mi turno, me coloco mi vestido de baño, me amarro el cabello en una cola alta, salgo y las tres C empiezan a alabarme con lo hermosa que me veo.

Nos dirigimos hacia la piscina riendo y bromeando sobre el cuerpazo de Alex; abro la puerta corrediza que separa el minibar del patio trasero y todos entran antes que yo, pero de repente los veo haciendo una hilera y observando anonadados a la piscina, me acerco a ellos con una sonrisa que se borra inmediatamente y ¡Me lleva!

Hay una espalda perfectamente definida en la superficie moviéndose sincronizadamente con unos brazos espectaculares, y cuando su cabeza sale del agua ¡Dios! Creo que ese hombre ha conseguido que seis personas mojaran sus trajes de baño y no por agua.

Damián sacude su cabeza y abre sus ojotes, nos mira a todos y sonríe ¿Sonríe? Sí, pero es de esas sonrisas de estúpido que coloca para aparentar. Llega a la orilla de la piscina.

—Hola —saluda con esa voz que termina de rematar a cualquiera—, ya estaba a punto de irme —sale de la piscina apoyando sus manos en el borde y sacando su cuerpo lentamente. Es la segunda vez que hace lo mismo... parece modelo y él lo sabe, está buenísimo y él lo sabe.

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora