Desesperación. Soledad. Perdición.
Me levanto bruscamente pegando un grito ahogado sin poder contenerme. Mi pecho sube y baja, mi respiración es errática. Mi cuerpo está empapado de sudor frío, mi garganta está seca, me asfixio.
Coloco mi mano en mi pecho, justo sobre mi corazón, me duele. Intento cerrar mis ojos, calmarme. Las lagrimas empañan mis ojos y me contengo para no soltarlas, eso me pone peor. Todo, soñé con todo, imágenes fugaces que dolían, sentí los golpes como si fueran recién hechos. Escuché los gemidos, los gritos, los insultos. Recordé mis gritos, mis lágrimas, mis suplicas.
No soy consciente de donde estoy, ni con quien estoy, solo intento que se quite esta sensación de ahogo y hago ruidos extraños intentando controlarme, estoy teniendo un ataque de pánico en toda la regla. En algún momento me caigo de la cama con las sabanas aun enrolladas en mi cuerpo. Me duele la cabeza, me palpitan los oídos, mi vista es borrosa. Quiero huir, quiero beber, perder el conocimiento, dejar de sentir esta porquería.
Unas manos en mis mejillas me traen al mundo real, no puedo verlo, pero lo escucho, lo siento.
—Amanda, por favor, tú puedes con esto, necesito que me mires y te calmes —su voz es un susurro, un susurro lleno de desesperación y miedo, ajusto mi vista a su rostro y no puedo detallarlo bien.
Me concentro en sus ojos, solo en ese punto y mi visión se va ajustando.
«Yo sostenía las manos de mi madre, lloraba, gritaba, le pedía desesperada que se quedara a mi lado. De repente la puerta de la habitación se abrió con fuerza y entró mi padre enloquecido, escuché un grito desgarrador salir del fondo de su garganta y corrió a abrazar el cuerpo inerte de la persona que más amábamos.
—No, no, no, por favor —sostuvo su rostro con ambas manos y lo movía de un lado al otro—. Amor, Alicia, no me dejes. ¡No puedo vivir sin ti! ¡No me dejes! ¡Mi amor!
Los enfermeros entraron con rapidez, una mujer desconocida me cargó y me alejó del lugar, lo último que vi fue a mi padre colocándose violento, impidiendo que los enfermeros tocaran a mi madre y a alguien inyectándole un tranquilizante.»
«—Quiero morir con ella —sollozó mi padre, fueron las primeras palabras entendibles que me dijo después de que ella nos dejara.
Estaba tirado al lado del ataúd de mamá, ella estaba hermosa, vestida de blanco, con su piel pálida, con una peluca que simulaba sus mejores épocas. Yo estaba sollozando en un rincón, observando como mi padre se convertía en un monstruo, todo gracias a la botella que sostenía en su mano.»
«Él se estaba duchando, y yo estaba sentada en su cama, enfrente de la puerta de su baño. Quería decirle que le perdonaba su comportamiento durante esos últimos tres meses, que podíamos volver a empezar.
De repente, mucha agua se coló por la rejilla de la puerta, mi primera reacción fue levantarme de un salto y abrir mis ojitos sorprendida. Pensé que estaba alucinando, a veces mi mente jugaba conmigo.
Grité su nombre, él no me escuchó. Golpeé su puerta, no respondió. El pánico se apoderó de mi y grité como loca hasta que Carol apareció azarada, al ver lo que yo salió del cuarto con rapidez solo para regresar un minuto después con las llaves. Cuando abrió la puerta gritó y corrió.
Vi como ella se agachaba en la tina y sacaba a mi padre de ahí, pálido, inmóvil. Sentí pánico al pensar que lo iba a perder, quería correr, ayudar, hacer algo, pero no podía salir de mi estupor.
Carol gritaba y la hacía RCP a mi padre, en un momento dado él empezó a toser. Tapé mi boca con ambas manos para que no escuchara mis sollozos de alivio. Mi papi seguiría conmigo.
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Las reglas del deseo | 1.0
Teen FictionDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...