—Bájale idiota —agarro mi cabeza con ambas manos, me siento más mareada que al llegar, al parecer el alcohol está aumentando su efecto en mi organismo a medida que pasa el tiempo—, ¿Estas borracho? —le gruño enojada. ¿Este que se cree?
— ¡La borracha eres tú! ¡Maldita sea Amanda! ¡Te busqué por horas! —grita y grita. Me levanto de la cama a punto de estallar, quedándome enfrente de él.
Estoy un poco inestable y tengo ganas de vomitar, pero me aguanto, cualquier cosa le vomito encima, se lo merece. Noto que mi habitación todavía está oscura, lo que indica que no ha amanecido.
—Si despiertas a mi padre te mato, no me arruines lo que queda de noche —ni siquiera sé si nuestros padres están en casa, solo quiero que se calle—. Estabas bien acompañado ¡Joder! ¿Por qué me buscabas?
Damián acerca su cuerpo al mío y prácticamente siento su respiración en mi rostro cuando se inclina. Mi corazón está a punto de colapsar solo con la cercanía, no nos tocamos, pero estamos tan cerca que es como si lo hiciéramos. El ambiente se vuelve pesado y nuestras respiraciones cada vez son más inconstantes y rápidas.
No sé por qué, quizá por el alcohol, quizá porque no estoy cuerda, pero mis ojos bajan a sus labios y me quedo ahí, observándolos.
Quiero tocarlo... pienso; y como no me encuentro en mis cinco sentidos, alzo mi mano y la acerco a su mejilla, él abre los ojos como platos sorprendido ante mis actos. La dejo suspendida cerca de su rostro sin alcanzar a tocarlo y noto como poco a poco la rabia abandona su mirada, quedando algo más, algo que no logro descifrar.
Bajo mi mano rápidamente en un momento de cordura y me alejo de él rompiendo lo que sea que estaba sucediendo, la expresión de Damián vuelve a oscurecerse.
—No sabía dónde estabas —explica lleno de rabia—. Cuando bajé con Laura ella empezó a buscarte, encontramos a tu amigo Alex y él nos dijo que estabas muerta de borracha antes de desmayarse. No sabes la preocupación que sentí, nos tocó intentar recuperar un momento de cordura de tu amigo para que nos dijera que viniste en un taxi. ¡Una chica borracha hasta más no poder en un taxi ella sola! ¡¿En qué piensas?! —vuelve a gritar.
— ¿Te follaste a mi mejor amiga? —pregunto con voz adormitada y enojada. Ni sé porque lo pregunto.
— ¡Eso no te incumbe! Estoy diciéndote que...
—Ni me respondas —digo con una mueca de asco, no necesito que me cuente de su falsa preocupación, porque sé que nadie se preocupa por mí y menos él—, espero que te hayas divertido y hayas dejado una buena impresión.
—Creo que quedó satisfecha —habla con una frialdad inhumana, noto como su mandíbula se tensa.
—Que bien, somos dos que terminamos satisfechas por hoy. Brandon me dejó agotada —no me entiendo ni a mí, no sé porque estoy inventando cosas para obtener una reacción.
—Pues que chico tan interesado en ti que ni siquiera te trajo a casa.
Ahora que está a una distancia prudente de mi lo puedo observar mejor, paseo mi mirada de arriba abajo sintiéndome asqueada de que mi mejor amiga haya tenido todo de él.
—Tanto te quejas de que no te examinen... pues yo también odio que lo hagas —suelta con brusquedad, me encojo de hombros mirándolo fijamente.
—Solo observaba lo que mi amiga se llevó a la cama.
— ¿Celosa? —alza una ceja incrédulo, pero sin relajar sus facciones.
—Estas condenadamente bueno —mierda. Eso no debí decirlo, intento recomponer mi orgullo, curvo mis labios en una media sonrisa—. Pero tranquilo, ya estoy acostumbrada a chicos condenadamente buenos, por ejemplo, el que tengo ahora está que arde y está tres veces más bueno que tú.
ESTÁS LEYENDO
Las reglas del deseo | 1.0
Ficção AdolescenteDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...