37. Esta noche será

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Damián actúa con rapidez, nos tira a ambos al suelo y aprovecha la oscuridad de la habitación para jalar todas las sábanas. Estamos al lado contrario de la puerta, así que me relajo al pensar que es imposible que me haya visto. Él se levanta gruñendo y yo aprovecho para esconderme debajo de las sábanas.

— ¡¿Qué haces tú aquí?! —le gruñe enojado, su voz es demasiado inhumana, fría. Escucho sus pasos acercarse y un resoplido de fastidio.

—Eh... lo siento... yo... —la voz de mi amiga es entrecortada, nerviosa—. Amanda ha desaparecido, hace días no sé de ella, vine a buscarla y... —se detiene, escucho como toma aire y luego me quedo sin habla cuando empieza a gritar—. ¡Escucho gemidos!

—Vaya, vienes por Amanda y te equivocas de habitación, creo que no son tan amigas como aparentan —se burla Damián usando ese tono que saca a cualquiera de sus casillas.

— ¡Serás sinvergüenza! ¡¿Quién es ella?!

—Eh, alto ahí, a mi habitación no entras loca —escucho gruñidos, no quiero moverme, solo me hago un ovillo y rezo para que no me descubra, no me imagino la que se formaría donde se entere que me estoy medio follando a mi hermanastro.

— ¡¿A quién te estás follando ahora?!

— ¿Puedo saber cuándo firmé contrato matrimonial contigo? —que use la palabra "contrato" me pone a temblar—. No te debo explicaciones de nada. Fuera de aquí —parece tan calmado, para mi sería ofensivo que un chico que me atrae me respondiera con semejante desinterés.

— ¡Te botará! ¡¿Escuchas perra?! ¡Se acostará contigo y te botará! —grita y escucho sus gruñidos, algo que dice que intenta entrar y Damián no se lo permite.

—Laura, lárgate antes que llame al manicomio —gruñe entre dientes.

— ¡Deja de llamarme loca! ¡Me follaste y luego te largaste! —me encojo más y empiezo a temblar, no quiero estar aquí.

—Oye, te repito. Follamos, te levantaste, te cambiaste y yo hice lo mismo. Sonreíste, quisiste repetir y como yo me negué, te enojaste y saliste como una niña caprichosa de la habitación, solo para que minutos después te pegaras a mi como pulga —escucho el sonido de una cachetada—. Vuelve a pegarme y se me olvidará que eres una mujer y te sacaré de aquí como una puta.

— ¡Estúpido!¡Malnacido! ¿Pero cómo te atreves? A mi no me compares con esa zorra que te estás comiendo...

— ¡Cállate! —grita Damián perdiendo la paciencia.

— ¡Yo de verdad pensé que...! ¡De verdad pensé...! —sus sollozos me hacen sentir un poco mal.

— ¿Pensaste que me quedaría a tu lado toda la vida porque me abriste las piernas? Puff... —bufa—. Me interesó tu cuerpo porque era el más fácil y disponible esa noche, así como yo te interesé a ti por lo mismo. ¿O acaso me dirás que te gusté por mis charlas y pensamientos filosóficos? Déjate de moralismos.

—Esa noche conversaste conmigo...

—No, esa noche hablaste como lora, yo respondía de vez en cuando, sonreí, actúe como todos querían que lo hiciera, y al ver la oportunidad de coger lo hice.

—Eres demasiado cruel... —empieza a llorar cada vez más fuerte—. Valgo más que ella... ¡Escuchaste idiota!

—Aquí mis padres tienen más dinero que el tuyo, así que, si empezamos a discriminar por carteras, hagámoslo bien. Ahora, te pediré el grandísimo favor de que te largues de mi casa, llores en otro lado y te aprecies un poquito, que das pena.

—¿Qué sucede aquí? —escucho la voz de Alex interrumpirlos. ¡Joder, esto parece la rosa de Guadalupe!

— ¡¿Quién los dejó entrar maldita sea?! —resopla Damián.

— ¡Este idiota está usando la casa como motel! ¡Amanda debió irse a cualquier otro sitio para evitar su puerca compañía!

—Laura... no me jodas —y escucho un portazo.

No me gusta la sensación que siento en el pecho, escuchar esa conversación me puso peor y me dio demasiada rabia. Estamos desviándonos de nuestro objetivo, no puedo seguir así. No quiero charlas, no quiero conocerlo, quiero que me folle y no más. ¿Por qué con Laura si y conmigo no? ¿Por qué no me lleva a la cama como quiero que lo haga?

Me siento y me quito la sabana del rostro. Miro a Damián pegado a la puerta y me hace una seña para que haga silencio. Esperamos unos minutos hasta que mis amigos ya se hayan ido y no se escuchen sus voces, cuando me siento segura suelto lo primero que pasa por mi cabeza.

—Hoy vamos a tener sexo.

—¿Qué? —está desconcertado, lo noto en sus facciones.

—Tú y yo tenemos un contrato, estoy harta de darle vuelos, no hay sentimientos involucrados, tú no me importas en absoluto y yo tampoco te importo a ti, entonces no sé porque lo postergamos tanto. A ella si te la follas y a mi...

—No te compares —gruñe entre dientes.

—Pues lo hago, porque los casos son iguales. Si no te gusto, o te arrepentiste de follarme dímelo y me consigo otro —empiezo a respirar entrecortadamente.

—¿Así serán las cosas? ¿Solo sexo y ya? —siento esa pregunta como un reproche.

—Jamás han sido de otra forma —me levanto del suelo con una máscara de rudeza.

No quiero seguir mostrándole todo lo que odio de mí, no quiero volver a ver su mirada de tristeza y lastima por mí. No es lo que necesito. Siempre he estado sola y siempre lo estaré.

—Está bien.

—Esta noche será —afirmo.

—Está noche será —responde.

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora