—Así es —soy directa, voy al punto. Noto como se queda sopesando mi respuesta, sin duda no la esperaba—, la verdad es que me llamas mucho la atención...
Abre los ojos sorprendido y no puedo ocultar una sonrisa maliciosa que se forma en mis labios. ¿Quién dijo que solo los hombres pueden confesarse? ¿Las mujeres tenemos que esperar a que ellos tengan las pelotas para decirnos lo que sienten? No, me aburre esperar, prefiero tomar la delantera, siempre he intentado lucir confiada.
—Vaya... —sonríe divertido—, me has cogido por sorpresa —mete su mano en el bolsillo de la pantaloneta y saca su celular—, dame tu número.
Niego lentamente con la cabeza mientras me divierto con todo esto, he coqueteado con varios chicos en fiestas y la verdad es que son muy básicos, también me quita el aburrimiento y he aprendido de Laura, aunque siempre marco una línea que no cruza nadie.
—Jum, déjame pensar si me interesas lo suficiente como para dártelo —toqueteo mi mentón varias veces con el índice, fingiendo una expresión pensativa—, creo que debes ganártelo.
Esta vez mi respiración se acelera cuando volvemos a mirarnos, él da unos pasos hacía mí juntando casi nuestros cuerpos y alzo mi rostro para que mis ojos queden a la altura de los suyos, lo miro con determinación y una pizca de juego. El chico está que se come solo, es imposible que el cuerpo no me tiemble cuando lo tengo cerca. Su rostro se inclina y me quedo inmóvil esperando lo inevitable, me muerdo el labio inferior cuando nuestras narices chocan.
— ¿Y cómo me lo gano? —pregunta susurradamente.
—Pues...
No aguanto más, me adelanto y choco mis labios con los suyos, así sin más, solo porque quiero y porque puedo. Lo tomo por sorpresa, pero unos segundos después ya está disfrutando del beso tanto como yo. Él agarra mi rostro con sus manos y mete su lengua aún más adentro.
Nuestro beso es violento y apasionado, tanto que me sorprende. Me gusta, se siente bien besarlo, es cómodo, divertido... Sonrío y me alejo lentamente sin dejar de míralo, él no despeja su mirada de mis labios los cuales deben estar hinchados por nuestro voraz beso.
—Vaya... —exclama y alza sus cejas. Sonrío.
—Vaya... —repito.
Brandon está a punto de inclinar su cabeza para besarme nuevamente, pero mi salvador llega justo a tiempo. Alex se coloca a nuestro lado y me abraza, está empapado de pies a cabeza y siento como mi ropa se moja un poco.
— ¿Me la prestas un momento? —pregunta juguetón, pero ni siquiera deja que él responda, me hace dar la vuelta y ambos empezamos a caminar hacía dentro de la casa con rapidez.
—Gracias —bromeo, dejé a Brandon con una prueba que definitivamente no olvidará. Un beso, solo me hace falta un beso para dejarlo con ganas de más.
—Uff... vas volando niña —me da un golpecito juguetón en el hombro mientras ambos nos adentramos en el montón de gente bailando, otra mesera aparece y aprovecho para agarrar dos vasos, uno me lo tomo en cuestión de segundos y lo boto en el camino, el otro lo mantengo en mi mano—, encontremos a Laura.
Ambos intentamos buscar a nuestra amiga, pero es imposible encontrarla y no responde el celular, sin duda debe estar divirtiéndose y no quiere ser encontrada.
—Deberías bajarle —me grita mi amigo al oído para que lo escuche entre todo el ruido que hay en el lugar, lo miro con el ceño fruncido, hoy le toca ser el conductor elegido así que puedo permitirme beber—. No me mires así, últimamente siento que bebes demasiado, y esto no es agua, no la bebas como tal —señala mi vaso.
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Las reglas del deseo | 1.0
Teen FictionDel odio al amor hay una delgada línea, y a veces entre más intenso es el odio, más inolvidable se vuelve el amor. Amanda Kane siempre ha sido la chica perfecta a los ojos de todos, ha organizado y planeado cada aspecto de su vida, sin embargo, todo...