6. Tengo ganas de hacer algo contigo

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Las luces se encienden de repente, cegándome, me cubro el rostro con mis manos y gruño frustrada. Me tambaleo un poco al darme cuenta de que ninguno de mis amigos me sigue sosteniendo.

— ¿Qué te pasó? —dice una voz carente de emoción. Me descubro el rostro y me quedo helada.

Mierda, el idiota.

Empiezo a ladearme porque no puedo ni siquiera estar en pie sin ayuda, Alex me sostiene de la cintura y me ayuda a enderezarme.

—Hola bestia —rio por lo bajo.

Mis ojos se desplazan por su cuerpo y... ¡Maldita sea!

Trago grueso y me pongo nerviosa al instante. Si antes consideraba que mi hermanastro estaba bueno, ahora quiero pasarle la lengua por encima. ¡Dios mío! Solo lleva puesta una pantaloneta negra y está mostrando su abdomen y brazos perfectos a los cuatro vientos. Paso mi mirada descaradamente de arriba abajo. Está descalzo, tiene la V tan marcada que estoy que me muero, tiene un abdomen espectacular, unos brazos de infarto.

Subo mi mirada hacía su rostro, su mandíbula tensa, sus labios... ¡Que labios! Y sus ojos están mirándome con un brillo extraño que me pone como locomotora, está enojado, pero sí que le luce.

No sé cuánto tardo mirándolo, pero una tosecita incomoda proveniente de Laura me hace volver en sí.

— ¿Terminaste? —dice fastidiado, abro los ojos como platos, a este no le interesa que este con más personas en la casa, sigue siendo borde y estresante, lo conozco hace pocos días y ya no lo aguanto.

—Creo que no —suelto rápidamente mirando a propósito hacía sus pantalones.

Damián tuerce los ojos y vuelvo a concentrarme en su rostro, aunque me cuesta, estoy a punto de desmayarme, y no por su atractivo, sino porque siento mi estómago revolviéndose.

Me zafo de Alex y doy unos pasos hacia adelante para encararlo. Él se queda inmóvil, no deja de mirarme a los ojos y siento que el tiempo transcurre más lento. Sus labios empiezan a moverse y me quedo embobada observándolos, me gustan esos labios, sería espectacular que él también cayera ante mis encantos.

Mierda. No, no, no. ¿Qué me pasa?

— ¿Me estas escuchando? —me pregunta Damián, lo miro extrañada en forma de respuesta, es más fácil eso que decir: No, no te escucho porque en mi mente solo queda el movimiento de tus sexys labios.

¡Maldición! No vuelvo a beber así, mi cabeza está mal.

— ¿Qué haces despierto? —pregunto con la garganta seca.

—Lo mismo te digo niña —Gruñe.

—Te presento a mis amigos... —intento voltearme, pero casi me caigo, Damián me agarra del brazo y me mira más fastidiado que nunca.

— ¿Se drogó? —le pregunta a mis amigos ignorándome por completo.

—No-o-o so..lo bebió —Laura habla de forma entrecortada—, tú debes ser su hermano, mucho gusto...

—Político. Y no soy responsable de esta cosa —alza un poco mi brazo para asegurarse de dejar en claro de a quién se refiere con "esta cosa", abro mi boca indignada, si no estuviera tan borracha le patearía el culo.

—Bueno, siendo así la llevaremos a su cuarto —interrumpe Alex, intenta que su voz suene normal, pero yo que lo conozco bien sé que está nervioso.

—No. Yo la llevo, se pueden ir —habla groseramente—. Si levanta a mi madre o a su padre estoy seguro de que se formará una buena, acabaron de llegar y no es hora para shows.

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora