3. ¿Se te perdió alguien igual?

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—Es una tonta y su hijo es un mojigato de quinta —me desahogo con todo lo que tengo guardado, llevaba más de media hora maldiciendo, pero no es suficiente, necesito por lo menos maldecir lo que me queda de vida.

—Calma amor mío —Alex intenta tomarme de la mano, lo evito y me cubro el rostro con ellas mientras empiezo a gruñir.

Decidí salir a desayunar con mis amigos, necesitaba escapar de esa casa antes de que me volviera loca. Estuve conviviendo con los extraños por tres días, aguantando las cenas familiares donde Damián se ausentaba, mi padre se la pasaba mirando embobado a su nueva adquisición y Grace no se callaba en ningún momento. Anderson Kane nunca se la pasaba en casa, ahora ya no hay quien lo saque de ahí.

Mis amigos están en una de sus habituales resacas y les tengo envidia, mientras ellos se divertían yo me la pasé al frente de mi padre y su mujer imaginando las mil formas de vengarme.

Sé que necesito a mi padre y que mi objetivo es comportarme lo mejor posible para tenerlo de mi lado, o al menos para que no sospeche de mis verdaderas intenciones, pero es imposible, ya no quiero que me pisotee; acepto que le temo, temo su poder, pero ya no quiero seguir así.

Apenas salió el sol llamé a mis mejores amigos como cien veces hasta que se dignaron a responder, omití los insultos que me lanzaron y los invité a desayunar en un quiosco muy popular cerca la playa.

Quito las manos de mi rostro y miro directamente al mar salvaje y libre, respiro el aroma salado que impregna el aire. Es un día hermoso donde las familias salen a disfrutar del clima y a jugar en la arena.

—Mi vida se ha vuelto una mierda por la arrechera de mi padre —suspiro agotada. Tomo mi jugo de mandarina y bebo un poco para calmar la sed tan terrible que siento por durar hablando sin descanso.

—Deberías calmarte un poco —Laura acaricia uno de mis hombros descubiertos. La miro con ternura. Mi amiga tiene su larga cabellera negra recogida en un moño mal hecho, y sus lentes oscuros cubren sus cansados ojos. La resaca la estaba matando—. Mira el lado positivo.

— ¿Y es...? —pregunto con una ceja levantada, no hay nada positivo en esto, nada.

—Ay no lo sé, déjame y pienso —hace una mueca y se acaricia la cien—, Amanda la cabeza me mata, no puedo pensar en nada —se queja—. ¿Estas segura de querer declararle la guerra a tu padre?

—No es declararle la guerra —pienso un momento en mis palabras—. Bueno, puede ser —chasqueo la lengua—, solo no dejaré que me humille y que arruine mi hogar, planeo luchar.

—Ya sé algo positivo... —alza su rostro con rapidez, no puedo ver sus ojos, pero si como sus labios se curvan maliciosamente—. Querida, el lado positivo es que tu hermanastro está que se come solo.

Pongo los ojos en blanco y un resoplido brusco sale de mis labios.

—Eso a mí no me conviene en absolutamente nada, a menos que pueda vender al desgraciado para que lo prostituyan y ganar algo de dinero —los tres reímos por unos segundos, lo bueno de estar con mis amigos era que todo es más sencillo con ellos—. Lo único que sé es que ese niñato no puede ser tan perfecto como lo pinta mi padre ¡Es un engreído! Y planeo hacerle la vida imposible a él y a su madre.

Alex levanta su celular nuevamente para que lo miremos, ha pasado toda la mañana mostrándonos información del simio agropecuario y la bruja que tiene como madre. Al principio creía que Grace era una caza fortunas, eso fue antes de descubrir que su empresa se llamaba Marvella, y está creciendo rápidamente en el mercado tecnológico, y ventajosamente ambos, ella y mi padre, grandes competidores, se unen en matrimonio, algo no me encaja ahí. Además, ambos habían firmado separación de bienes y muchas capitulaciones, así que no le encontraba el sentido a esta situación.

Las reglas del deseo | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora