Sólo ella.

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Samantha:

¡El día al fin había llegado! Según la enfermera, tenía a toda mi familia esperándome en la sala del hospital. La señora de hoy -la enfermera- estaba de mal humor, así que sólo me limité a asentir y callar de vez en cuando.

Cuando me quitaron el yeso me sentí libre, al fin podía ver mi brazo sin ese yeso. Me hicieron mover el brazo para comprobar que todo estuviera en orden y así fue, podía mover lo brazo a la perfección, bueno casi como antes porque aún me dolía un poco.

Después, la enfermera me dijo que me levante de la cama y que intente caminar, la miré y le dije: "No es la primera vez que caminaré, ya lo he hecho cuando tenía que ir al baño", oops! No debí decir nada.

La enfermera me ayudó a vestirme, esa fue la parte más vergonzosa.

Lista, salí de la habitación acompañada de la enfermera. Al llegar a la sala de espera, me topé con toda mi familia, incluyendo a Milton, ¡No lo había visto desde que llegué al hospital! Mamá no quiso que me vea mal.

-¡Samantha! -dijeron todos acompañados de una inmensa sonrisa por parte suya.

Milton, mi madre, Mathew, Carter, Ariana, todos ellos estaban allí, excepto el chico de tinte rubio.

-¡Hola! -dije lo más animada posible. Además, ¿cómo no estarlo? ¡Al fin regresaré a casa!

Todos se me acercaron y me rodearon con mucho cuidado. Aún tienen miedo de que me rompa.

Traté de abrazarlos a todos con mi brazo izquierdo, aún sabiendo que el derecho estaba algo bien, al hacerlo mi vista quedo fija mirando la entrada. Una vez más sentí que mis ojos me engañaban, creo que estaba viendo a un ángel. Debería volver a usar mis gafas, para siempre.

-Esta vez llegué un poquito tarde -dijo el ángel, que digo, Tristan. El ángel era Tristan- Sólo un poco -sonrió con ternura mientras sujetaba una rosa blanca.

Me separé algo rápido de mis familiares y caminé hacia Tristan. Sentí que todos me miraron y supuse que mi madre estaba realmente sorprendida.

-Pero llegaste -sonreí y luego miré la rosa blanca.

-Es para ti -me entregó la rosa con cuidado al igual que ésta misma. Sin espinas, blanca en pureza y libre de maldad.

-Gracias -la recibí con mi mano izquierda. La rosa olía riquísimo. Me acerqué para abrazarlo hasta que nuestros cuerpos quedaron juntos. Segundos después nos separamos.

Todo y todos parecían haberse esfumado. Sólo existíamos él y yo. No podíamos dejar de sonreír y tener nuestras miradas conectadas. Era cómo si no nos hubiéramos visto en años.

Quería abrazarlo y jamás soltarlo, quería besarlo y yo no sabía por qué. Pero de pronto volvimos a la realidad, la maldita realidad.

-Samantha, debemos irnos -giré para ver a mi madre y sólo ella estaba en la sala.

-¿Tristan puede venir? -lo miré para ver si estaba de acuerdo y él asintió.

-Seguro, apresúrate -dijo seria- Mathew nos espera en su auto -se adelantó mientras nosotros la seguíamos. No sabía que Mathew tenía una Minivan.

-¿No tienes cosas que hacer hoy? -dije mientras caminábamos hacia el auto.

-Sí, estar contigo hasta mañana -sonreí ante su respuesta- me importas, Sam. Tengo que contarte todo, necesitas saber sobre mi -fruncí el ceño, luego los brazos de mi madre me ayudaron a subir al auto, después subió Tristan y nos dirigimos a casa.

Dulce Lado Oscuro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora