–Ahora no es el momento para esa historia, Harry. No aún. Tenemos una cita con Bob Ogden.
Dumbledore vertió el contenido plateado de la botella en el pensadero, donde se arremolinó y brilló tenuemente, ni líquido ni gas.
–Después de ti Venus –dijo Dumbledore, señalando la vasija.
Venus se inclinó hacia delante, tomó aire, y metió la cabeza en la sustancia plateada. Sintió que sus pies dejaban el suelo de la oficina; se estaba cayendo, cayendo a través de una oscuridad arremolinada y después, bastante súbitamente, estaba parpadeando por la deslumbrante luz del sol.Antes de que sus ojos se hubieran acostumbrado, Harry y posteriormente Dumbledore aterrizaron junto a ella. Estaban parados en un camino en el campo, cercado por altos y enmarañados setos, bajo un cielo veraniego tan azul y brillante.
A unos tres metros delante de ellos había un hombre bajo usando lentes extremadamente gruesos que reducían sus ojos al tamaño de los de un topo. Estaba leyendo un cartel de madera que salía de las zarzas al lado izquierdo del camino.
Harry sabía que ese tenía que ser Ogden; era la única persona a la vista, y además estaba usando la extraña combinación de prendas tan frecuentemente elegida por magos sin experiencia que intentaban parecer muggles: en este caso, una levita y botines sobre un traje de baño a rayas.
Antes de que Venus tuviera tiempo solo de observar su extraña apariencia, Ogden había empezado a caminar con paso rápido por el camino. Dumbledore y Harry lo siguieron. Así que ella los siguió también.
Mientras pasaban por el cartel de madera, Venus miró sus dos flechas. Una apuntaba hacia el lugar del que venían y decía: Great Hangleton. La flecha que apuntaba hacia Ogden decía Little Hangleton, 1 milla.
Caminaron un corto trecho con nada más que ver que los setos, el amplio cielo azul sobre sus cabezas y la figura con levita delante de ellos, con su ropa susurrando mientras se movía.
Entonces el camino giró hacia la izquierda y empezó a bajar, con mucha pendiente, siguiendo el costado de una colina, de modo que tuvieron una vista súbita e inesperada de un valle completo que aparecía justo delante de ellos.
Venus podía ver un pueblo, sin lugar a dudas Little Hangleton, anidado entre dos altas colinas, con su iglesia y su cementerio claramente visibles. Del otro lado del valle, en la colina opuesta, había una elegante mansión rodeada por una amplia extensión de césped verde y afelpado.
Ogden había empezado a trotar de mala gana a causa de la pendiente. Dumbledore alargó su paso y Venus junto con Harry se apuraron para no quedarse atrás.
Harry pensó que Little Hangleton debía ser su destino final y se preguntó, como lo había hecho la noche que habían encontrado a Slughorn, por qué tenían que acercarse desde tanta distancia. Pronto descubrió que estaba equivocado al pensar que estaban yendo al pueblo, sin embargo.
El camino se curvaba a la derecha y cuando doblaron a la esquina, fue para ver una punta de la levita de Ogden desaparecer a través de un hueco en la cerca. Dumbledore, Venus y Harry lo siguieron por un angosto camino de tierra bordeado por setos más altos y más salvajes que los que había dejado atrás.
El camino era irregular, rocoso y lleno de baches, con pendiente hacia abajo como el anterior, y parecía dirigirse hacia unos árboles oscuros un poco más abajo. Y así era, el camino pronto se ensanchó al llegar al grupo de árboles y Dumbledore, Venus y Harry se detuvieron detrás de Ogden, quien se había detenido y sacado su varita.
A pesar del día sin nubes, los altos árboles de adelante creaban sombras profundas, oscuras y frescas y a los ojos de Venus les tomó unos segundos distinguir el edificio medio escondido entre la maraña de troncos.
A Harry le pareció una lugar muy extraño para una casa, o una decisión rara dejar crecer los árboles tan cerca, bloqueando toda la luz y la vista del valle. Se preguntó si estaría habitada, sus paredes estaban llenas de musgo y se habían caído tantas tejas del techo que las vigas estaban visibles en muchos lugares.
Las ortigas crecían alrededor de toda la casa, llegando hasta la altura de las ventanas, que eran minúsculas y cubiertas de mugre. Había llegado a la conclusión de que nadie podría llegar a vivir ahí, sin embargo, una de las ventanas se abrió de golpe con un estruendo y una delgada columna de vapor o humo salió por ella, como si alguien estuviera cocinando.
Ogden avanzó silenciosamente y según le pareció a Venus, bastante cautelosamente. Mientras las sombras oscuras de los árboles se deslizaban sobre él, se detuvo otra vez, mirando fijamente la puerta frontal, en la que alguien había clavado una serpiente muerta.
Entonces se escuchó un susurro y un chasquido, y un hombre vestido con andrajos cayó del árbol más cercano, aterrizando parado justo delante de Ogden, quien saltó hacia atrás tan rápido que pisó las colas de su levita y tropezó.
–No eres bienvenido.
El hombre parado delante de ellos tenía un pelo grueso tan greñudo y lleno de tierra que podría haber sido de cualquier color. Le faltaban varios dientes.
Sus ojos eran pequeños y oscuros, y miraban en direcciones opuestas. Podría haber parecido cómico, pero no era así; el efecto era aterrador, y Venus no podía culpar a Ogden por retroceder varios pasos más antes de hablar.
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Los Secretos De Una Weasley
FantasyLos Secretos De Una Weasley Una Chica: Venus Aluminé Weasley Un Confidente: Alec Nott Secretos revelados. "Tal vez es momento de que mis secretos, Los Secretos de una Weasley, salgan a la luz"