Capítulo 8

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—¿Que nosotros hemos... tratado mal a Dudders? ¿Qué está...? —empezó tío Vernon, furioso; pero Dumbledore levantó un dedo índice pidiendo silencio, un silencio que se hizo de inmediato, como si hubiera hecho enmudecer a Vernon.

—Gracias a la magia que realicé hace quince años, Harry goza de una poderosa protección mientras esta casa sea su hogar. Por muy desdichado que se haya sentido aquí, por mucho que le hayan demostrado que estaba de más, por muy mal que lo hayan tratado, al menos lo han tenido con ustedes, aunque a regañadientes. Esa magia dejará de funcionar tan pronto Harry cumpla diecisiete años; dicho de otro modo, en cuanto se convierta en un adulto. Así pues, sólo les pido esto: que le permitan regresar una vez más a esta casa antes de su decimoséptimo cumpleaños, con lo que seguirá beneficiándose de protección hasta ese momento.

Ninguno de los Dursley abrió la boca. Dudley tenía el entrecejo ligeramente fruncido, como si intentase recordar cuándo habían maltratado a su primo, tío Vernon parecía atragantado con algo, y tía Petunia presentaba un extraño rubor. 

—Bueno, Harry... Es hora de marcharnos —anunció Dumbledore, al tiempo quese levantaba y se arreglaba la larga capa negra—. Hasta la próxima —dijo a los Dursley, que pusieron cara de que, por ellos, ese momento podía retrasarse eternamente; y, tras quitarse el sombrero, salió de la habitación con paso majestuoso, seguido de Venus. 

—Adiós —les dijo Harry a los Dursley de pasada, y siguió a Dumbledore, que se detuvo al lado del baúl, sobre el que estaba la jaula de Hedwig. 

—Ahora no nos interesa cargar con esto —resolvió, y volvió a sacar su varita—.Lo enviaré a La Madriguera. Pero me gustaría que cogieras tu capa invisible, por si acaso. —El muchacho extrajo la capa con cierta dificultad, procurando que Dumbledore no viera el desorden que había dentro. Cuando se la hubo metido en el bolsillo interior de la cazadora, el mago sacudió la varita y el baúl, la jaula y Hedwig se esfumaron.Volvió a agitarla y la puerta de la calle se abrió. La noche era fría y neblinosa.—Y ahora, Harry, adentrémonos en la oscuridad y vayamos en busca de la aventura, esa caprichosa seductora.  Venus sabes lo que tienes que hacer.

Dumbledore y Potter vieron como la chica invocaba a esas extrañas chicas que desprendían un aura morada y en un parpadeo desaparecían.

-*-

Esta vez Dumbledore la había mandado de excursión al numero 12 de Grimmauld Place, en donde tenia que hacer un par de sortilegios para ese señor. Si no estaban mal ella podría ser la única a la que la casa la dejaría entrar sin ningún tipo de repercusión si esta tenia algún maleficio.

Sin tanto temor entro a aquel lugar que sin duda le traía recuerdos, ese era el lugar en el que encontró su hermoso guardapelo que ahora llevaba consigo a todos lados. Al cerrar la puerta lo único que vio por un momento fue oscuridad. 

Un sencillo encantamiento sin pronunciar le proporciono la luz, camino por el pasillo principal que la llevaría a las escaleras, un hechizo por aquí, otro por allá, pensó que tardaría más, mucho más. 

Aquella noche por ordenes del viejito se quedaría a dormir en esa enorme casa sola. Lo malo es que no podía hacer nada al respecto ya se habían arriesgado bastante esa noche, con su traslado a Grimmauld Place. 

A veces ella se ponía a pensar en lo increíble que era ser la Hija del Señor Tenebroso, sin embargo eso también venia con contras incluidos, ¿ella era buena? ¿Mala? ¿En que categoría entraba ella? 

La sangre que corría por sus venas ¿la obligaba a ser mala? O ¿Solo eran sus pensamientos? ¿Su padre tenia expectativas de cuan mala podía ser su única hija? Tal vez ya le había dado una probada al haber torturado a su mas leal mortifaga. 

Sin embargo eso significaba ¿que ella tenia que ser mala?  O ¿solo su mente estaba divagando?

Tenia que decir, que le gustaba ser mala, podría decirse que era lo que más le gustaba de ella, esa sensación de poder que la había recorrido cuando Bellatrix se encontraba en el suelo, viéndola débil, con miedo en sus ojos. 

Al ver el espejo que estaba en la habitación, a la que inconscientemente se había metido, sus ojos estaban rojos, su cabello era negro. ¿Era esa su verdadera esencia?

Con toda su concentración hizo que la mitad de su cabello fuera rubio y uno de sus ojos cambiara a gris... sus colores naturales. Desconocía totalmente a ese ser que le sostenía la mirada  era como si se tratara de una persona totalmente desconocida.

Primero estaba la que parecía un verdadero ángel con ese cabello rubio de raíz, esos ojos grises que denotaban su aparente inocencia que, claramente, no existía. ¿Esa chica que estaba reflejada en el espejo era su verdadero yo? Sentía  como si hubiera pasado muchísimo tiempo desde que ella llevaba esa imagen día con día.

Después estaba aquella chica que se le hacia más familiar, ese cabello negro que hacía que se viera más pálida de lo normal, y como olvidar sus ojos rojos, ese demonio que le devolvía la mirada sin duda era ella en todo su esplendor. 

Esa chica malvada. Era ella, era su verdadero ser y por mas que quisiera ser aquel bello ángel, no lo iba a lograr, ese demonio que no le quitaba los ojos de encima era como debía ser, era lo que estaba destinada a ser.  









Los Secretos De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora