Capítulo 73

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-¿Pero como fue que el ministerio no se dio cuenta que Voldemort había hecho todo eso a Morfin?- Preguntó Harry enojado, -Era menor en ese momento ¿no lo era? ¡Pensé que podían detectar magia de menores!-

-Estás en lo correcto... detectan la magia, pero no al perpetrador: recordarás que fuiste culpado por el ministerio por el Encantamiento levitador que fue de hecho realizado por...

-Dobby,- gruñó Harry, esa injusticia todavía lo enojaba. - ¿Entonces si eres menor de edad y haces magia dentro de una casa de un mago o una bruja mayor, el ministerio no lo sabrá?

-Ciertamente serán incapaces de decir quien realizó el hechizo,- dijo Dumbledore, sonriendo apenas ante la gran indignación de la cara de Harry. -Dejan a los padres magos y brujas el conseguir la obediencia a la prohibición cuando los jóvenes se hallan dentro de sus casas.

-Bueno, eso es basura,- espetó Harry. ¡Mire lo que pasó aquí, mire lo que le pasó a Morfin!

-Concuerdo,- dijo Dumbledore. -A pesar de todo lo que Morfin fuera, no merecía morir como murió, condenado por asesinatos que no cometió. Pero se hace tarde y quiero que veas esta otra memoria antes de que salgamos...- Dumbledore tomo de un bolsillo interior otra botellita de cristal y Harry calló al instante, recordando que Dumbledore había dicho que era la más importante de las que había recolectado.

Harry se dio cuenta que su contenido era difícil de vaciar en el pensadero, como si hubieran sido congelados levemente ¿Se vencían las memorias?

-No tomará mucho,- dijo Dumbledore, una vez que hubo vaciado el recipiente. -Estaremos de vuelta antes de que lo noten. Una vez más dentro del pensadero, luego...-

Y Venus se hundió de nuevo tras la superficie plateada, cayendo esta vez justo enfrente de un hombre al que reconoció al instante.

Era un mucho más joven Horace Slughorn. Venus estaba tan acostumbrada a verlo calvo que encontró desconcertante verlo con un espeso cabello color paja brillante, se veía como si hubiera tenido la cabeza decorada, a pesar de que ya había un agujero en la corona del tamaño de un galeon.

Su bigote, menos masivo que lo que era ahora, tenía un color jengibre. No era tan rollizo como el actual Slughorn que Venus conocía, a pesar de que los botones dorados en su bastante inflado abrigo estaban cediendo.

Sus pequeños pies descansaban sobre un almohadón de terciopelo y él estaba sentado en un confortable sillón, con una mano agarrando un pequeño vaso de vino y la otra hurgando en una pequeña caja de ananás cristalizadas.

Harry miró alrededor mientras Dumbledore aparecía a su lado y vio que estaban en la oficina de Slughorn. Media docena de jóvenes estaban sentados alrededor de Slguhorn, todos en asientos más bajos y duros que el suyo y todos en su media adolescencia.

Venus reconoció a papi al instante. Su cara era la más bonita y estaba más relajado que el resto de los muchachos. Su mano derecha estaba despreocupada sobre el brazo de su silla, con un estremecimiento, ella vio que estaba usando el anillo dorado y negro de Sorvolo, ya había asesinado a su padre...

-Señor, ¿Es verdad que el profesor Merrythought se retirará?- preguntó.

-Tom, Tom, si lo supiera no te lo podría decir,- dijo Slughorn, sacudiendo un reprobante dedo cubierto de azúcar hacia Riddle, a pesar de que el efecto se corrompía apenas por el brillo. -Debo decir, me gustaría saber de donde sacas tu información, chico, estás mejor informado que la mitad del cuerpo docente. - Riddle sonrió, los otros muchachos rieron y le dirigieron miradas admiradoras. -Con tu extraña habilidad de saber cosas que no debes y tu cuidadosa adulación a las personas que importan (gracias por el ananá, es evidente que estás en lo correcto, es mi favorita)...

Mientras muchos de los chicos sonreían, algo muy extraño pasó. La sala entera se llenó con una espesa niebla blanca, por la que Venus no veía nada más que la cara de Dumbledore y Potter, que se hallaban tras ella. La voz de Slughorn se escuchó a través de la niebla, inusualmente fuerte.

-Vas por mal sendero, muchacho, toma en cuenta mis palabras.

La niebla se aclaró tan rápido como había aparecido y nadie hizo alusión de ella, y nadie miró como si algo inusual hubiera pasado. Confuso, Harry miró el reloj dorado que tenía el profesor Slguhorn sobre el escritorio y que ahora daba las once de la noche.

-¿Ya es esta hora?- dijo Slughorn. -Deberían irse chicos, o estaremos todos en problemas. Lestrange, quiero tu ensayo para mañana o tendrás una detención. Lo mismo para ti, Avery. - Slughorn se paró del sillón y llevó su vaso vacío al escritorio mientras los chicos salían. Voldemort, a pesar de esto, se quedó. Harry podía decir que se había retrasado a propósito, esperando ser el último en el salón con Slughorn. -Tom,- dijo Slughorn, girando y hallándolo todavía presente. -No quieres ser encontrado fuera de las camas a deshoras, como eres prefecto...

-Señor, quería preguntarle algo...

-Pregunta entonces, mi chico, pregunta...

-Señor, ¿Me preguntaba que sabe sobre... sobre Horcruxes?

Y pasó todo de Nuevo: la densa niebla llenó el salón y Venus no vio a Slughorn o a Voldemort, solo a Dumbledore, sonríendo serenamente a su lado. La voz de Slughron retumbaba de nuevo, justo como lo había hecho antes.

-¡No sé nada sobre Horcruxes y no te diría si supiera! ¡Ahora vete de aquí pronto y no me dejes encontrarte mencionando eso de nuevo!

Los Secretos De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora