Capítulo 36

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Sus ojos, como los de su hermano, miraban en distintas direcciones. Se veía un poco más limpia que los dos hombres, pero Venus pensó que nunca había visto una persona que se viera más abatida.

-Mi hija, Merope -dijo Gaunt de mala gana, viendo que Ogden la miraba inquisidoramente.

-Buenos días -dijo Ogden.

No contestó, pero dándole una rápida mirada asustada a su padre se dio vuelta, dándoles la espalda y continuó acomodando las ollas en el armario.

-Bueno, señor Gaunt -dijo Ogden -. Para ir directo al punto, tenemos razones para creer que su hijo Morfin anoche realizó magia enfrente de un muggle.

Hubo un sonido metálico ensordecedor. Merope había dejado caer una de las ollas.

-¡Levántala! -bramó Gaunt.- ¡Eso es, arrástrate en el piso como un mugriento muggle! ¿Para que es tu varita, inútil saco de estiércol?

-¡Señor Gaunt, por favor! -dijo Ogden con una voz horrorizada, mientras Merope, que ya había levantado la olla, se ruborizaba de un color escarlata, soltó la olla, sacó su varita temblorosamente de su bolsillo, le apuntó a la olla y murmuró un hechizo inaudible apresuradamente que causó que la olla saliera disparada por el piso atravesando toda la habitación, chocara con la pared, y se partiera en dos. Morfin dejó escapar un loco cacareo de risa. Gaunt gritó:

- ¡Arréglala, bodoque inútil, arréglala!

Merope atravesó la habitación a tropezones, pero antes de que tuviera tiempo de levantar su varita, Ogden había levantado la suya y dijo "Reparo". La olla se arregló instantáneamente. Gaunt se vio por un momento como si estuviera por gritar a Ogden, pero pareció pensarlo mejor: en cambio, se mofó de su hija:

-Qué suerte que el hombre amable del ministerio esté aquí, ¿No? Tal vez te saque de mis manos, tal vez no le molesten los sucios squibs...

Sin mirar a nadie ni agradecer a Ogden, Merope levantó la olla y la devolvió, con las manos temblando a su estante. Entonces se quedó parada, quieta, con la espalda contra la pared entre la ventana mugrienta y la cocina, como si no quisiera nada más que hundirse en la piedra y desaparecer.

-Señor Gaunt -comenzó Ogden nuevamente -como le he dicho: la razón de mi visita...

- ¡Ya le escuché la primera vez! -espetó Gaunt - ¿Y qué? Morfin le dio a un muggle un poco de lo que se merecía. ¿Qué hay con eso, entonces?

-Morfin ha infringido las leyes de la comunidad mágica -dijo Ogden seriamente.

-Morfin ha infringido las leyes de la comunidad mágica -Gaunt imitó la voz de Ogden, haciéndola pomposa y cantarina. Morfin cacareó otra vez -Le enseñó a un sucio muggle una lección. ¿Es que eso es ilegal ahora?

-Si -dijo Ogden -. Me temo que sí. Sacó de un bolsillo un pequeño rollo de pergamino y lo desenrolló.

- ¿Qué es eso entonces, su sentencia? -dijo Gaunt, aumentando su voz muy enojado.

-Es un citatorio del ministerio para una audiencia...

- ¡Citatorio! ¿citatorio? ¿Quién se cree que es usted citando a mi hijo a cualquier lado?

-Soy el jefe del Escuadrón de Seguridad Mágica -dijo Ogden.

-Y piensa que somos basura, ¿No? -gritó Gaunt, avanzando hacia Ogden con un dedo sucio que tenía una uña amarilla apuntándole al pecho -Basura que va a ir corriendo cuando el Ministerio nos llame? ¿Sabe con quién está hablando, pequeño y roñoso sangre sucia? ¿Lo sabe?

-Tenía la impresión de que estaba hablando con el señor Gaunt -dijo Ogden, pareciendo cauteloso, pero manteniéndose firme en su lugar.

- ¡Así es! -rugió Gaunt.

Por un momento Venus pensó que Gaunt estaba haciendo un gesto obsceno con su mano, pero después se dio cuenta de que le estaba mostrando a Ogden el feo anillo engarzado con una piedra negra que estaba usando en su dedo mayor, moviéndolo delante de los ojos de Ogden.

- ¿Ve esto? ¿Lo ve? ¿Sabe qué es? ¿Sabe de dónde viene? Hace siglos que está en nuestra familia, tanto como podemos recordar de ella, ¡Todos de sangre pura! ¿Sabe cuanto me han ofrecido por esto, con el escudo de armas de los Peverell tallado en la piedra?

-Realmente no tengo idea -dijo Orden parpadeando con el anillo a unos centímetros de su nariz - y tiene bastante poco que ver con el asunto, señor Gaunt. Su hijo ha cometido...

Con un rugido de furia, Gaunt corrió hacia su hija. Por una fracción de segundo, Venus pensó que iba a estrangularla porque sus manos se dirigían a su garganta, un momento después, la estaba arrastrando hacia Ogden tirando de una cadena de oro que tenía alrededor del cuello.

- ¿Ve esto? -le bramó a Ogden, agitando un pesado medallón de oro, mientras Merope farfullaba y jadeaba para tomar aire.

- ¡Lo veo, lo veo! -dijo Ogden apresuradamente.

- ¡De Slytherin! -Gritó Gaunt - ¡De Salazar Slytherin! ¡Somos sus últimos descendientes vivos! ¿Qué dice a eso, eh?

- ¡Señor Gaunt, su hija! -dijo Ogden alarmado, pero Gaunt ya la había soltado, ella se alejó de él, de vuelta a su rincón, masajeándose el cuello y tratando de tomar aire.

- ¡Entonces! -dijo Gaunt triunfantemente, como si acabara de probar un punto complicado más allá de toda disputa posible. - ¡No esté hablándonos como si fuéramos tierra en sus zapatos! ¡Generaciones de sangre pura, todos magos, más de lo que usted puede decir, no tengo dudas!-

Y escupió al piso cerca de los pies de Ogden. Morfin volvió a cacarear. Merope, acurrucada cerca de la ventana, con la cabeza baja y la cara tapada por su pelo lacio, no dijo nada.

Los Secretos De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora