45. Embarazo y confusiones.

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T A E

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T A E

Frunzo mi entrecejo cuando veo el número de Hank en la pantalla de mi móvil y lo pongo en silencio antes de volver a guardarlo. Me había estado llamando hace unas horas pero no tenía tiempo como para perderlo con él y sus estupideces.

Elevó la mirada nuevamente y observó, cruzándome de brazos, el restaurante del hotel. No era tan malo como creí, es espacioso y no hay muchas personas que estén hablando hasta perturbarte la mente. Amelie suele decir que soy muy quisquilloso cuando escojo los restaurantes para ir, pero yo no lo veo así.

Aparte de que me gusta comer bien, también me gusta la privacidad e ir a lugares donde haya muchas personas hablando no es un buen lugar para estar de buen humor. Por eso me gustan los lugares donde las personas suelen comportarse, hablar en un tono considerable y si la comida es buena es un plus más obviamente.

Cuando escucho el ascensor abriéndose y la veo acercándose hasta la mesa que reservamos suspiro. Tenía hambre y lo mío tampoco era esperar. Frunzo mi entrecejo cuando la veo pálida y con su ceño fruncido antes de sentarse delante de mí.

—¿Sucedió algo? —pregunto tomando una copa de vino.

Amelie se aparta los mechones que están en su rostro detrás de sus orejas y suelta un suspiro antes de tomar la carta.

—Solo tuve un mal día. —Le resta importancia con un ademán de mano. Asiento y apoyó la copa en la mesa.

—¿Sigues sintiéndote mal? ¿quieres que llame a un doctor? —Amelie niega sin dirigirme la mirada.

El mesero llega y sin apartar mi mirada de ella observó como pide su pedido antes de que el hombre se dirija a mí. Desde que habíamos llegado se sentía mal, al principio me había dicho que la comida del avión le había hecho mal, pero ahora ya no era creíble.

Hoy no tuvimos reunión porque llegamos tarde, pero mañana teníamos una demasiado temprano y para ir a dormir lo antes posible habíamos decidido comer en el restaurante del hotel. Me dolía todo el cuerpo porque había estado todo el viaje organizando nuestros días aquí junto a las reuniones y descansar de todo el estrés no me vendría mal después de todo.

Cuando la comida llega nos sumergimos en el silencio del salón y comemos concentrados en nuestros propios pensamientos. Los temas de finanzas y los nuevos proyectos que teníamos pendientes para estos días me habían tenido muy ocupado como para pensar en otra cosa, pero ahora que estaba fuera del "horario laboral" Lacie ocupaba cada espacio.

La piel se me erizaba de solo recordar todo lo que habíamos hecho y no pude evitar sonreír cada vez que la imagen de ella dormida tranquilamente en mi cama mientras la acariciaba aparecía en mi mente.

Cuando llegamos lo primero que hice fue haberme visto con el detective que había contactado ayer y para mi suerte él ya había viajado para comenzar a trabajar. Mi abogado estaba en contacto encargándose de toda mi parte legal, protegiendo todo aquello que se podía poner en peligro y aunque no me interesaba era consciente de que no era solo mío, también era de mis hermanos.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora