35. Psicología inversa.

1.2K 137 34
                                    

No me habia dado cuenta de lo que Tae me había dicho minutos atrás, pero cuando me encontre disgustada apretando mis labios intente suavizar mi expresión en busca de borrar cualquier cosa que me hiciera ver más idiota de lo que ya me veía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No me habia dado cuenta de lo que Tae me había dicho minutos atrás, pero cuando me encontre disgustada apretando mis labios intente suavizar mi expresión en busca de borrar cualquier cosa que me hiciera ver más idiota de lo que ya me veía. Odiaba sentirme de esta manera, no tener control de mis sentimientos y demostrarlo delante de personas que no quería.

Temía que las personas vieran esa parte tan débil de mí, que pensara que por tener un corazón noble y sincero podrían hacer lo que quisiesen con él. Me daba pánico. Tenía tanto miedo de sentarme delante de una persona y que viera todo lo que estaba sucediéndome, entonces siempre terminaba huyendo.

La burbuja nació el primer día que tuve en mis brazos a Estrella. Supe en el instante que la vi junto a Jarvis que debía cambiar, dejar esa etapa de niñez para protegerlos porque si no lo hacía yo, no lo haría nadie. Aún recuerdo con melancolía todas esas tardes donde me sentaba en el jardín de casa bajo el porche con Estrella en mis brazos y mientras dormía yo me entretenía observando a los niños jugar a la lejanía.

Las tardes de lluvia donde salían a jugar con su balón. Las noches de fogata en la casa de al frente. Los juegos a medianoche con sus padres reunidos y conversando. Los helados en el cordón de la vereda, los globos perdidos en el cielo y yo desde adentro, observándolos como si la ventana fuera una televisión.

Cuando llegaban mis padres ya era demasiado tarde para reunirme con los demás, pero las esperanzas estaban ahí y me recordé a mí de pequeña escapándome por la ventana con el balón de Jarvis en mano. Jugando sola, riendo en silencio y corriendo con la poca libertad que tenía. Esos minutos en la madrugada mientras todos dormían era mi mayor secreto, lo que no quería que nadie supiera por miedo a que me roben lo único que me hacía sentir como la niña que era. Recuerdo también, las noches de verano donde me sentaba en el jardín y curiosa miraba las estrellas. Preguntándome en realidad que eran y que había detrás de todas ellas. Imaginándome así de radiante, encantadora y libre.

—A veces me preguntaba cuándo sería el día en que me pudiera reunir con los demás —pienso en voz alta, riéndome irónicamente—. Y eso jamás sucedió.

—¿De qué hablas? —pregunta confundido, sin dejar de acariciar mi cabello.

Abro los ojos al darme cuenta de lo que había dicho y sin alterarme me quedo en silencio. Tampoco creo que le haya tomado importancia. En silencio, mimada y relajada observó el clima desde el ventanal. Realmente la vista es hermosa.

Tae, quien está debajo de mí, también se mantuvo observando aquella vista espectacular. Las luces de su despacho estaban apagadas, dejándose iluminar por el color tenue de afuera. Me acurruco más sobre su pecho oliendo el increíble aroma que desprende y cuando mis sentidos comienzan a despertarse haciéndome caer en la realidad, mis ojos se abren con exageración.

Me levanto rápido de su pecho como si fuera lava y me siento sobre uno de mis pies observando su confusión.

—Lo siento —murmuró, apretando mis labios. Él se sienta de apoco en el sofá y eleva su mirada hasta afuera cuando oímos un trueno.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora