30. Pura coincidencia.

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—¿Vas tú o voy yo? —pregunta, dándole una mirada detrás de la barra

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—¿Vas tú o voy yo? —pregunta, dándole una mirada detrás de la barra. Bajo la vista hasta el vaso y lo muevo en círculos mientras trago el contenido en mi boca.

—Si quieres que no nos deje ir, ve tú —respondo, dándole el último trago al vaso de whisky. Carraspeo mi garganta cuando el contenido arde en mi garganta y sacudo la cabeza levemente—. Ahora, si quieres ir, tendría que ir yo.

—¿Podrás con esto? —Sonrió y giró a verla.

—Confía en mí, a este me lo como con fritas. —Le guiñó uno de mis ojos antes de bajar del taburete.

—¡Suerte! —grita, cuando me doy la vuelta y comienzo a caminar en dirección al pasillo.

Le regaló una pequeña sonrisa a una bailarina cuando se cruza en mi camino y ella me la devuelve entusiasmada. Por primera vez decido ser educada con él y golpeó la madera de la puerta antes de ingresar sin esperar su aprobación.

Su mirada grisácea se eleva apenas escucha la puerta rechinando y frunce inmediatamente su entrecejo dejando los papeles que tenía en la mano justo sobre el escritorio. Corroboro que no haya nadie como la última vez y tomándome el atrevimiento me muevo hasta sentarme delante de él.

Aunque es un Carter, lo único que garantiza que tiene ese apellido, es el color de sus ojos. Es completamente diferente a sus hermanos, no solamente física, también sentimental. Amelie y Tae comparten características parecidas, tampoco son iguales, pero el hombre delante de mí no se parece ni un poco a ellos.

—¿Se puede saber qué haces aquí? Todavía es muy temprano para su turno nocturno. —Le da una mirada al reloj dorado de su muñeca al decir aquello. Pongo mis ojos en blanco y me cruzo de brazos.

—A eso vine —comienzo a decir, llamando su atención—. Me tomaré la noche libre junto a Idaly.

El pelinegro detrás del escritorio suelta una carcajada exagerada. Se echa hacia atrás como si mis palabras hubiesen sido un chiste patético de un payaso de cumpleaños y niega lentamente mientras desvía la mirada hasta los papeles en el escritorio.

Yo, por otro lado, no expresó nada. Me mantengo tranquila, cruzada de brazos y con mis expresiones completamente relajadas. Solamente observándolo mientras termina de reírse como si el chico de Saskatoon hubiese salido de la película "son como niños" para recrear la escena delante de él.

Cuando se detiene se limpia las lágrimas imaginarias, porque obviamente su risa fue más falsa que la vez que le jure a Idaly no volver a pagar las cuentas de la casa yo sola.

—Eso fue muy gracioso, de verdad. —Suspira—. Deberías postularte como comediante.

—No fue una broma.

—¡Oh! Entonces no pierdas el tiempo porque no vas a tomarte la noche libre. —Sonríe, apoyando sus brazos en los bordes de la silla.

Elevó ambas cejas fingiendo estar sorprendida, porque esa respuesta de su parte ya me la esperaba mucho antes de pisar el club. Una comisura de mis labios se eleva un poco y chasqueando la lengua me muevo un poco en la silla giratoria.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora