25. Huracán de sentimientos.

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L A C I E

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L A C I E

Suelto un bostezo levantándome de la cama y arrastrando mis pies me acerco hasta la ventana para poder abrir las cortinas. El sol de afuera me hace cerrar los ojos apenas me recibe y soltando un gruñido molesto me acerco hasta mi placard para sacar la ropa que le había pedido a Idaly hace unos días.

Tomó una toalla, productos para mi cabello y poniendo una canción en mi móvil voy hasta el baño antes de que las chicas se levanten. Una sonrisa aliviada se asoma en mis labios apenas mis músculos se relajan bajo el agua caliente y con calma comienzo a ducharme.

Cuando terminó envuelvo la toalla en mi cuerpo y cruzó a mi habitación nuevamente antes de dejar todo en la cama. Me aplico un poco de crema en todo el cuerpo, subo la falda entubada de Idaly por mis piernas y colocándome la camisa blanca la meto dentro.

Busco con la mirada los zapatos bajos acharolados y al encontrarlos me los coloco después de secar mis pies. Me pongo de pie delante del espejo y a gusto con lo que veo me contengo a chillar. Cepillo mi cabello largo con delicadeza mientras tarareo la letra de la canción que estoy escuchando y me pongo un poco de perfume al acabar.

Aún nerviosa me acerco hasta la cocina encendiendo las luces y dándole una mirada rápida al reloj me apuro para hacer el desayuno. Estrella entra en una hora al jardín, así que mucho tiempo no me queda. Coloco el huevo revuelto en el plato cuando acabo y felicitándome mentalmente giro sobre mis talones para dejarlo en la mesa. Enciendo el hervidor para hacerle el té y dándole una mirada rápida al reloj también preparo el café de Idaly.

—Te lo dije, se levantó de buen humor —dice detrás de mí la voz de Estrella. Giro para responderle y una adormilada Idaly sobándose los ojos se sorprende por mi vestimenta.

—Siéntate a desayunar que no vas a llegar al jardín —respondo tomando la taza de té.

—Te queda genial la ropa. —Idaly también se sienta—. Nunca te vi tan presentable.

Pongo mis ojos en blanco pero no borro mi sonrisa.

—Tus bromas no arruinaran mi día. —Tomó una de las tostadas y me acerco hasta mi pequeño bolso—. No se olviden de cepillarse los dientes.

—¡Qué sí! —responden al unísono—. ¡Suerte!

Cierro la puerta detrás de mí y suspirando comienzo a caminar lejos de casa para ir hacia la zona del centro. La empresa no quedaba muy lejos de donde estaba y aunque podía tomarme un taxi, había preferido tomar aire puro de la mañana para refrescar mis ideas.

Había decidido seguir con la búsqueda de empleos aún temiendo los resultados, solo que esta vez no dejé que nadie en el entorno de Oscar me engañara. Tal vez la mala suerte de la primera vez fue porque estábamos en el club cuando la chica me lo propuso o también existe la posibilidad de que ambos me hayan engañado, de todas formas eso no me iba a detener.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora