52. Las consecuencias de amar bien.

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T A E

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T A E

—Lo siento —musita cuando apenas estaciono el coche afuera de la mansión.

Me quedo en silencio sintiendo a la niña rubia bajar del coche al ver a Thomas en el porche esperándola con su chupón puesto. Sonrío al vérselo sacar escondiéndolo en su bolsillo delantero mientras la niña corre hasta donde está. Usualmente suele negarse siempre a quitárselo, Amelie dice que se trata de un capricho y aunque no es necesario para su edad usarlo, pasó a ser una costumbre.

En lo personal, cada vez que compartía tiempo con él, me costaba muchísimo quitárselo o regañarlo como Amelie nos había pedido. Mi concepto de tratarlo jamás fue de violencia, no era ese mi puesto y no me atrevía ni siquiera a ponerlo en práctica. También, no voy a negar, que me encantaba de sobremanera verlo así, tan niño e inocentemente encantador.

Apartó la mirada cuando ambos se pierden en la entrada y giro hasta la presencia de Amelie que aún está en el coche. Verla así me molestaba, sobre todo cuando sabía que la estaba poniendo en una situación que no me correspondía. Era su vida e increíblemente me molestaba, me daba muchísima impotencia.

Había tenido tan poco tiempo para procesar todo esto que tal vez la misma falta de tiempo me había hecho reaccionar de una manera que no quería.

No me molestaba que estuviera embarazada, ni mucho menos que ese chico fuera el padre, me molestaba que a pesar de todo Amelie seguiría rondando por esa familia y yo tarde o temprano tendría que dar marcha atrás. Me molestaba y me dolía saber que la única persona que se iba a apartar cuando los demás comenzaban a unirse era yo, nadie más. Me molestaba porque quería tener una excusa para quedarme y no tenía nada.

Estirándome hasta su lugar apoyó una mano sobre la suya llamando su atención.

—No debes pedirme disculpas, es tu vida Amelie.

Suspira echando su cabeza hacía atrás y parpadea varias veces para no llorar.

—¿Entonces por qué estás enojado? —menciona jocosa.

—Mi mal humor no tiene nada que ver con esto, solo son problemas míos que no debería desquitármela contigo. Discúlpame tú a mí.

—Deja de decir estupideces —masculla, acomodándose en su asiento—. No tengo nada que perdonarte.

Niego con mi cabeza sonriendo y me vuelvo a apoyar en el respaldo de mi asiento.

—Nunca superaré tus cambios de humor cuando estás embarazada, realmente es muy gracioso —confieso riéndome. Amelie jadea indignada.

—¿Te divierte que esté embarazada?

Me encojo de hombros.

—Yo no te envié a que te acuestes con ese niño, hazte cargo de lo que haces. ¡Ja! Y después vas por ahí con una doble moral —me burlo—. ¿En serio, Amelie? ¿un niño? ¡Ese chico es una criatura!

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora