—¿Esta noche? —repito detrás de un bufido—. ¿Por qué no avisó con anterioridad?
El cocinero me da una mirada de advertencia al ver que entran personas a la cocina. Cruzó un brazo por mi abdomen y suspiró apoyando mi cabeza en la pared.—No lo vi la noche anterior y la otra no asistimos, así que también podría ser por eso...—Se queda en silencio varios segundos—. ¿Crees que sea importante?
Abro mis ojos cuando me doy cuenta que los había mantenido cerrados. El cocinero vuelve a darme una mirada fugitiva.
—No lo sé, si se ha tomado la osadía de hurgar en nuestra información personal tal vez sí lo sea. —Chasqueo mi lengua—. De todas formas no tenemos otra opción. Escucha, estoy en mis últimos minutos de trabajo e iré a casa para organizarnos mejor. ¿Sí?
—Está bien, te veo aquí.
Cuando Idaly cuelga la llamada me aparto de la pared y después de guardarlo en mi bolsillo trasero elevó ambas manos para avisarle que está fuera de pecado. El hombre suspira y se concentra en la comida, tal vez recriminándose mentalmente por haber jugado así con su empleo.
Audrey me había dicho que Edward —nuestro jefe— no era muy estricto con respecto a las reglas del lugar, como por ejemplo: usar el móvil en horario laboral. Pero que lamentablemente también compartía el puesto con otra persona y que esa sí lo era, tanto que a cualquier infracción echaba a cualquiera sin tocarse el corazón.
Tomó la bandeja con los cafés probablemente fríos y salgo de la cocina para ir directamente a la mesa asignada. Como había faltado una mesera nuestro jefe me había pedido que cumpliera horas extras. Él ya no se encontraba en el local y sorprendentemente —nótese el sarcasmo— Audrey tampoco. Ya eran las siete de la tarde y en dos horas tenía que cumplir con un trabajo que Hank nos había ordenado a último momento.
Concentrada en las tazas para que no se me caigan comienzo a caminar con pasos cortitos, sin elevar mucho la mirada. Verificó que la zona esté libre y despacio me acerco intentando tener pulso en la mano que sostengo la bandeja. Un poco más y arrastrando mis pies, veo que estoy a dos mesas de llegar a la asignada, pero antes de cometer mi misión y anotar algo más a mi lista de habilidades, un cuerpo se interpone delante de mí.
El poco pulso que tenía se va al demonio en el instante que chocó y reaccionando elevo la bandeja hacia adelante porque no pensaba quemarme cuando la culpa no era mía. Por suerte nada llega a caer sobre mí. O desgracia, tal vez.
—¡¿Qué haces?! —chilla una voz femenina. Una clienta malhumorada, pensé.
Después de observar el desastre que había hecho en el suelo y en su camisa rosada pastel, de apoco elevo la mirada hasta su rostro. La chica pelirroja suelta un gruñido de fastidio y con su ceño fruncido intenta remediar la gran mancha de su camisa. Algo imposible, a simple vista.
Me quedo en silencio sin saber qué decir. ¿Se supone que debería pedir disculpas? Pero si yo no me cruce en el camino de nadie, tal vez las disculpas tenía que darmelas ella por no ver que estaba tomando un camino vacío con una bandeja.
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Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]
RomancePrepotente, decidida, fuerte, vengativa, competitiva, con humor ácido, sarcástica en ocasiones serias y con unas curvas de armas. Lacie es el prototipo de una mujer perfecta, lástima que trabajar de Escort no ayuda como beneficio a todo aquello. Y e...