60. El embarazo de Amelie.

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—¿Quieres que me vaya? —propone con un tono tenue, inclinándose un poco hasta llegar a mi altura

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—¿Quieres que me vaya? —propone con un tono tenue, inclinándose un poco hasta llegar a mi altura. Desde que volvimos había permanecido en uno de los sofás de su departamento mientras él hacía llamadas las cuales desconocía. No había tenido la mente preparada para oírlo, aún seguía hiriéndome con recuerdos que desee con fuerza enterrar en lo más profundo de mi corazón porque por el momento no tenía otra alternativa.

Confundir al viejo Oscar con el monstruo que fue últimamente, me traía un sabor agridulce ya que si bien su muerte era un peso menos en mis hombros, me dolía. Admitir que lo hacía me dolía el triple, porque sentía que estaba traicionando a todos, a Idaly, a mis hermanos, a las chicas del club, a Tae y por sobre todo, a mi misma.

Él me había hecho daño y aunque de a poco lo comprendía, todavía seguía siendo confuso y difícil. Idaly tenía razón, necesitaba ayuda profesional.

Los ojos se me nublaron nuevamente por sentirme mal al admitirlo y negué. Pensaba que no lo necesitaba, que sola iba a poder, pero hasta uno mismo tenía un límite que no podía cruzar si no exigía ayuda y aunque tenía personas que me brindaran una mano, la que necesitaba ejercía de más fuerza.

«No va a sucederte nada malo.»

—No sabes lo que me duele verte llorar —murmuró, apartando una de mis lágrimas. Me muerdo el labio inferior cuando un sollozo amenaza con salir y lo veo sonreír a medias—. Eres tan bonita cuando generas ese puchero inconscientemente.

Intento sonreír, pero el sollozo aprovecha mi descuido y me sacude completamente. Abrazo mis piernas desnudas y escondo mi cabeza entre ellas sintiéndome a salvo junto a él. Ni en mil años lloraría delante de alguien haciéndole saber que mi vida iba mal, pero con Tae salían cosas que no podía controlar, mi niña interior se sentía a salvo junto a él.

—Idaly me dijo que necesito un psicólogo —le conté, hipando en el proceso. Tae asintió cuando lo vi—. Pero yo no estoy enferma.

—¿Quién te ha dicho que para recurrir a uno tienes que estarlo? Rubia, todos en este mundo necesitan ir al psicólogo, no simplemente porque lo necesitan sino porque es lo mejor para uno, incluso para mí. —Vuelve a apartar una de mis lágrimas y me acaricia la piel—. No tienes que avergonzarte por ello, no cuando se trata de tu bienestar.

Quise volver a llorar, pero esta vez porque se sentía irreal que alguien como él aún permaneciera aquí y queriéndome. Quise decirle que lo quería, que lo sentía tan profundamente que después de mil golpes de la vida comprendí que el nombre hacía bastante tiempo había cambiado y mis sentimientos aumentaron, pero que por no aceptar lo que merecía y lo que no, por estar tan enfocada en descifrar quién era Oscar no había disfrutado de su querer y del mío también.

Aún así y con todos esos sentimientos embargándome, me quedé en silencio porque no podía, incluso cuando mi corazón estaba gritándolo. Temí, el terror surco mi cuerpo y me reprimí por dentro con miedo a que él no sintiera lo mismo, porque mi mente aún seguía dominándome. Tal vez Idaly tenía razón, tal vez por más que nos quisiéramos mucho la verdad es que tenía que sanar para corresponderle, para darme la oportunidad de un nuevo y saludable amor.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora