47. Heroína.

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L A C I E

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L A C I E

Se había quedado lo que faltaba de visita abrazándome mientras lloraba entre sus brazos. Una vez más, él estuvo ahí. Sin ser capaz de comprenderme, sin poder hacerlo, sin ser consciente de mi catástrofe, él ahí se mantuvo. En silencio, acariciándome, comprendiendo mí silencio y cada una de mis lágrimas se dedicó a no juzgarme, a estar sin tener que decir nada, a darme de su presencia para sostener lo que mi alma no podía.

Sentía como su corazón latía con fuerza, incluso más que el mío y aunque intento esconderlo sentí sus lágrimas golpeándome cuando en un descuido las dejó caer. Tal vez, pensé, que de eso se trata el estar enamorado y el mundo se me venía abajo cuando no sentía, no encontraba, los mismos sentimientos por él. Me estaba matando por dentro saber que no podía corresponderle cuando se merecía el mundo completo y me aterraba la idea de que por no poder amarlo como él lo hacía me soltara la mano.

Creí que esta caída era como tantas otras, como cuando Oscar se sobrepasaba con sus golpes y al día siguiente tenía que sonreír para buscar dinero pero Carter tenía razón. Esta vez fue la última, fue distinta porque él quiso acabar conmigo, no asustarme como lo hacía.

Intentó asesinarme cuando no había hecho más que quedarme a su lado pensando que en algún momento comprendería porque o en qué momento cambiaron las cosas. Porque de un momento a otro él dejó de embriagarme el alma con su amor para maltratarme hasta este punto. Me quedé porque no quería aceptar que lo nuestro nunca fue nada, solo fueron ilusiones mías de una adolecente enamorada y me detuve ahí por los recuerdos que al parecer solamente yo recordaba.

Quise creer que él podía cambiar, que dejaría de tratarme de esa manera porque me había acostumbrado a su compañía, porque cuando el mundo se me acababa Oscar ahí estuvo e irónicamente él fue quien me acercó al abismo. Me era difícil apartarme de unos recuerdos cuando vivía con rencor, con odio a lo que me había tocado vivir porque no pude perdonar a nadie en esta vida y me sentí culpable.

¿Cuándo iba a comprender que Oscar no era la persona que creía que era? Que la persona que por las noches en el porche de mi casa mientras lloraba me abrazaba, esa misma que me consentía con rosas en los días malos, él que me acompañó en el peor momento, nunca existió. Murió cuando apareció, murió cuando me enseñó su verdadero rostro.

Caí en la trampa de un hombre que se aprovechaba de las desgracias ajenas, que esperaba el peor momento para atacar y me acostumbre a ser su amuleto de mala suerte cuando en cada cosa mala que le sucedía ahí estaba para recibir sus golpes. Oscar me acostumbró a pertenecerle a él, a poner sus golpes como una rutina más en mi vida.

Y ahora me sentía estúpida. Estúpida porque me dejé engañar por un hombre que siempre me quiso ver mal, que abusó de mí, que me maltrató, que me perturbo, que me enseñó a que sin él la vida no tendría otro sentido. Me odiaba porque aunque lo detestaba me quedé ahí pensando que se lo debía de verdad, que debía pagarle todas esas noches que él ahí estuvo y que este era mi momento para compensarlo.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora