50. La larga lista de cosas por las que te amo.

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T A E

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T A E

—No creo que sea capaz de hacerle nada —respondo tratando de tranquilizarla. Me tiro a la camilla de espaldas y cruzo mis manos detrás de mi cabeza—. La conozco, sé lo que te digo.

Sonrío cuando siento sus pasos acercándose y apartó la mirada del techo hasta su mirada curiosa en el umbral de la puerta del baño. Con su ceño fruncido me inspecciona mientras sigue con su labor de dar vuelta la camiseta. Aprieta sus labios asintiendo y vuelve a entrar al baño.

—¿Cuánto la conoces?

«Y aquí vamos.»

La entendía, claro que sí. Tenía miedo que por su culpa la chica droga personas la pasará mal, pero era sincero cuando le decía que Cielo no era capaz de hacer daño si veía que la otra persona sabía defenderse. Su mejor amiga era una persona fuerte o por lo menos la primera expresión que tuve, aparte de ser drogado, fue de alguien parecida a Lacie.

Claramente a la testaruda de la rubia nadie, absolutamente nadie en esta vida, es capaz de ganarle pero Idaly se veía como una persona que sabía muy bien defenderse y Cielo contra eso no era de hacer mucho.

Sí, se liaba a golpes por sus celos, pero era con personas que no sabían defenderse y ella se aprovechaba de eso. Estaba loca, muy loca y gran parte de eso admitía que también era mi culpa. Yo le había dejado claro las cosas, no estaba interesado en tener ninguna relación, pero tal vez pensé, que darle un espacio en mi vida más importante aunque sea como amiga había generado en ella falsas esperanzas.

Para resumir lo que había pasado, Cielo escuchó una conversación de Idaly con la novia de Edward donde hablaban sobre lo que estaba pasando entre Lacie y yo. No me molestaba, eran amigas de la rubia y comprendía que los chismes a veces eran adictivos, no para mí, pero las mujeres tenían un don desarrollado para cuchichear sobre las relaciones ajenas.

Como no, como era de esperarse, los celos de Cielo no pudieron contenerse e intervino en la conversación soltando comentarios groseros sobre la rubia y la droga personas no pudo aguantarse, entonces la golpeó. La preocupación de Lacie era que no quería que su amiga tuviera problemas por ella en el trabajo, pero Edward nos había dejado claro que no tendría problemas por parte de él ya que su prima comenzó todo.

—¿Celosa? —Elevo la voz para que me escuche. Lacie se ríe desde el baño.

—Para nada, unos kilómetros de piernas a mi lado no arrancan —bromea, pero tenía razón. La rubia tiene unas piernas espectaculares, mejores que cualquier otras consideradas perfectas.

Ahora comprendía que enamorarme de Lacie me había enseñado a amar las imperfecciones de las personas, a amar sus perfectas imperfecciones.

Me siento en la camilla viéndola salir aún con la bata puesta, esta vez buscando otra cosa en la habitación. Su rostro había mejorado muchísimo y aunque tenía pequeñas cicatrices su piel comenzaba a lucir como siempre, espectacular. Ya no comprendía si me había vuelto tonto o porqué todos los cambios de Lacie le quedaban muy bien.

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora