23. Hotel Carter.

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—¿Por qué no quieres hablar conmigo? Habla conmigo, por favor —suplica nuevamente desde la puerta del baño

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—¿Por qué no quieres hablar conmigo? Habla conmigo, por favor —suplica nuevamente desde la puerta del baño. Como hice toda la tarde la ignoro y termino de pintarme los labios antes de girar.

—¿Segura que es en esta dirección? —pregunto, tomando el papel que había dejado en la tapa del váter.

—Sí, es esa —responde desanimada al ver que no voy a contarle nada. Asiento y elevo la mirada.

—Cuida a Estrella —pido, tomando mi bolso de mano—. Intentaré que no me lleve mucho tiempo.

—¿Quieres que te lleve? —Niego al recordar que no había nadie en casa y de ninguna manera dejaría que Estrella nos acompañe para no dejarla sola aquí.

—Me tomaré un taxi, de hecho ya lo pedí —miento—. Nos vemos más tarde.

—Cuídate por favor. —Le regalo una sonrisa y asiento.

Salgo del baño escuchando el suspiro de Idaly detrás de mí y apretando mis labios para no llorar salgo de casa antes de que mi coraza se rompa. Observó a todas mis extremidades y dándole una mirada a la dirección decido hacer unas cuadras caminando para que el viaje en taxi no sea tan caro.

Me protejo los brazos cuando los siento desnudos y con mis ojos nublados escucho en la calle desolada el sonido de mis tacones. Suspiro intentando sacarme las ganas de llorar que me estaban consumiendo y sonrío, aunque el corazón esté colapsado.

No iba a hablar ni conmigo misma de lo estúpida que me había sentido esta tarde después de la visita inesperada. De lo ilusa que fui al pensar que en algún momento volvería y todo sería como antes de que decidiera dejarnos, de lo imbécil que era por pensar que necesitaba tiempo a solas después de la muerte de mi madre y lo único que hizo fue reconstruir una nueva vida. Con esposas e hijos, como si dejarnos abandonados no hubiera sido suficiente.

¿Cómo vivió con aquello en la conciencia? ¿Con qué cara venía después de tanto tiempo?

Estiró una mano cuando veo un taxi y soltando un nuevo suspiro subo dándole la dirección. No faltaba mucho, pero tampoco quería llegar muy tarde. Apoyo mi cabeza contra la ventanilla declinando toda posibilidad de establecer una conversación con el taxista y me sumerjo en la letra de la canción que está pasando por la radio.

Minutos después el coche ya está estacionando afuera de una mansión y después de pagarle bajo acomodándome el vestido rojo que Idaly me había obsequiado. El guardia detrás de las rejas me sonríe al verme y alejándose comienza a hablar por su radio con alguien.

Con un ademán pide que abran las rejas y cuando tengo el paso libre con un meneo de cabeza me incita a avanzar. Le sonrío, me atrevo a guiñar uno de mis ojos y acomodando el bolso en mi antebrazo comienzo a caminar hasta el porche de la mansión.

La presencia del hombre me sigue por detrás hasta que llegamos al porche y abriéndome la puerta me deja ingresar sin dejar de sonreír.

—Estoy ahí en unos minutos —dice la voz de un hombre mientras viene bajando las escaleras. Frunció su entrecejo al verme y se despidió de la llamada—. ¿Qué pasó con Idaly?

Deseando tus curvas. [Trilogía:#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora