Me llamo Eris, nombre que proviene de la diosa de la discordia, y hace dieciséis años nací en la facción de Verdad. Todo es tan transparente y puro que es imposible mentir, aunque a mí se me da demasiado bien. Mis padres siempre me han dicho que soy muy temperamental, suelo ser directa y conflictiva. Si a eso le añadimos que no suelo ser muy cariñosa y siempre estoy seria, pues me es bastante difícil hacer amigos.
La única persona que me aguanta de mi facción, es Christina, una chica de piel morena y cabello corto que es mi mejor amiga desde hace más de seis años. No digo que mis padres no me aguanten, es solo que ellos están demasiado ocupados dirigiendo la facción. Son tan sinceros y leales que han llegado a ser los brazos derechos de los líderes. Contar con una familia para mí es imposible, normalmente solo tengo a mi amiga, y en cierto modo, lo agradezco.
Hablando de ella, ahora mismo me está esperando en la puerta del edificio central, pero como siempre, llego tarde. Con rapidez peino con mis dedos mi rizada melena negra, en cuanto estoy lista miro mi reflejo en el espejo y sonrío de lado, estoy perfecta. Los ascensores de verdad están continuamente subiendo y bajando, a veces la espera es interminable, así que decido bajar por las escaleras. Una vez he llegado a la planta baja me dirijo a la puerta, donde Christina camina de un lado para el otro.
–Hasta que llegas– se queja mi amiga rodando los ojos.
–Lo siento, me distraje mirándome al espejo– bromeo poniendo una expresión provocativa.
–Menos mal que no naciste en Abnegación– dice Chris riendo –Te volverías loca sin poder mirarte al espejo–
–Le doy gracias al destino por ponerme en Verdad– añado juntando ambas manos mientras miro al cielo.
Siendo sincera, estoy agusto en mi facción, pero no me siento del todo yo. Muchas veces me he imaginado en las distintas facciones y no me molestaría cambiar. Lo único que me ata a Verdad es mi amiga, mis padres dejaron de importarme hace mucho.
Camino junto a Chris hasta los cinco edificios, uno para cada facción. Una vez allí nos ponemos en la fila de la nuestra esperando a poder entrar. Cuando cumples dieciséis estás citado a la prueba de aptitud anual, dónde te dicen a qué grupo perteneces. Normalmente suele salir tu facción de origen, aunque es verdad que en la ceremonia tienes la posibilidad de elegir la que quieras, pero con cuidado, porque si no encajas te conviertes en un sin facción.
–Hey, mira allí– dice Christina llamando mi atención.
Dirijo mi vista hacia la fila de Abnegación, donde Peter, el imbécil de turno de mi facción, se está metiendo con un pobre muchacho.
–Deja al chaval en paz– digo en voz alta llamando la atención de Peter.
–Vaya, vaya, mira quién ha saltado a defenderte– se mofa el muy idiota –La consentida de papá y mamá–
Aprieto mis puños y salgo de la fila dirigiéndome hacia donde está. Odio que me llamen consentida cuando mis padres nunca han estado para mí, que ellos ocupen altos cargos no me hace ser alguien de prestigio.
–Tienes la lengua muy larga, ¿No?– pregunto encarando a Peter –¿Quieres conservarla? Porque si no cierras la boca y te vas, puede que la pierdas–
–Estúpida niñata– escupe riéndose –No me das miedo–
–Respuesta errónea– sentencio sonriendo de lado.
Sin previo aviso le suelto un golpe directo en la cara, Peter retrocede agarrándose la nariz que enseguida le empieza a sangrar. A nuestro alrededor se escuchan murmullos y algunos que otros comentarios alentando me a golpearlo de nuevo
ESTÁS LEYENDO
ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄ
Science FictionEn la ciudad de Chicago, cuando cumples los dieciséis, estás obligado a elegir el futuro que quieres llevar. Algunos se quedan donde están. Otros se marchan en busca de libertad. Y un pequeño porcentaje de jóvenes pone su vida patas arriba después...