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Hace una semana que llegamos a Cordialidad.

Adaptarse a una facción llena de color y vitalidad ha sido difícil después de venir de otra en la que nos matábamos entrenando, además de que los cordiales parecen estar bajo los efectos de las drogas. Nos aceptaron enseguida al ver a Jack entre nosotros, su familia lo echaba de menos. Durante estos días hemos tenido que adaptarnos e intentar dejar atrás todo lo sucedido, pero es imposible. Yo aún tengo pesadillas con todo el tema y en algunas, Chris aparece apuntándome con un arma y reprochando me el haberla dejado sola.

Me levanto sobresaltada por otra pesadilla, al mirar a mi lado no veo a Tris, así que decido levantarme e ir a buscarla. La zona donde dormimos está completamente abierta por los lados, lo que deja que el aire fresco entre. Escucho algo de ruido a un lado, así que entro en la pequeña cabaña y me encuentro a mi amiga tratando de cortarse el pelo torpemente.

–Déjame a mí– le pido extendiendo mi mano.

Ella me mira durante unos segundos y al final me da las tijeras, está sufriendo con los recuerdos de todo lo que ha pasado y quiere un cambio radical. Me pongo manos a la obra y en cuestión de minutos, Tris tiene el pelo lo suficientemente corto para quedar satisfecha, le ayudo a colocarse el pañuelo y sonrió mirándola.

–Estás preciosa– le digo con total sinceridad.

Los cordiales ya se están poniendo en marcha, así que me despido de ella que tiene que ir a por agua y me acerco al huerto, donde tengo que ayudar a Jack. Para mí mala suerte, Peter está también aquí, así que trato de ignorarlo lo mejor posible. El chico de pelo azul me sonríe levemente y me indica lo que debo hacer.

Después de una hora entre tierra y vegetales, decido tomarme un descanso.

Voy hacia el establo donde Tris tiene encargada la labor de cuidar a los caballos. Tomo asiento en una montaña de paja mientras observo como mi amiga peina al corcel. Cuatro aparece enseguida y nos saluda, deja un beso en la frente de la rubia y a mí me revuelve el pelo de forma cariñosa haciéndome reír. Nuestro momento de paz y tranquilidad se ve interrumpido por Marcus, el padre de Cuatro, aunque pocos sabemos la verdad sobre el parentesco de ambos.

El hombre, vestido aún con la típica ropa de  Abnegación, quiere hablar con su hijo, pero este se niega a escucharle. Tris intenta echarlo por las buenas, pero Marcus parece tener algo importante que decirnos. Según él la madre de Tris no solo volvió a por ella, quería ir a buscar algo que debía proteger de Jeanine. Muy a nuestro pesar, no podemos confiar en él, así que acaba yéndose sin éxito alguno.

La campana que indica que es la hora de comer resuena no muy lejos, enseguida mi estómago ruge.

–El último en llegar será besado por la bruja rubia– canturreo echando a correr hacia la gran cúpula/comedor.

Escucho como Tris se ríe pero inmediatamente echa a correr tras de mí, miro hacia atrás y Cuatro nos sigue pero sin esforzarse lo más mínimo mientras nos mira con diversión. Llego al comedor e inmediatamente freno, la cola para recoger la comida ya está formada así que me pongo al final y espero a Tris que hace lo mismo. Su novio (ahora lo puedo decir tranquilamente) llega a tiempo de colocarse tras nosotras.

Mientras pasamos y nos van sirviendo la comida, los cordiales nos dan sus bendiciones y nos dicen "Sé feliz". Nunca había tenido tantas ganas de reírme en la cara de alguien, los tiempos que vienen no son para ser felices, pero bueno.

–¿Una amabilidad patológica y una pasividad total? Me encanta este sitio– comenta Peter quién se acaba de colar por la cara.

Siento como me empuja, clavo mis uñas en la palma de mi mano con tal de no golpearlo. Hace un comentario sobre el pelo de Tris que no gusta nada a Cuatro, que enseguida lo manda a sentarse de una vez.

ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora