Ya no sé qué está bien y qué está mal. No sé nada de este país ni de la forma en que funciona, ni de lo que necesita mejorar. Sin embargo, sé que un poco de suero de la muerte en manos de Nita y la gente de la periferia no es mucho mejor que un poco de suero de la muerte en el laboratorio del Departamento. Así que Tris y yo seguimos a Matthew por el pasillo. Caminamos a toda prisa hacia la entrada principal por la que llegamos a este complejo.
Cuando pasamos por el control de seguridad, veo a Uriah al lado de la escultura de la flor. Levanta una mano para saludarme y me sonríe, aunque su sonrisa se borra al ver los rostros de preocupación que llevando la rubia y yo. Estamos pasando el control de seguridad mientras él parece tener intenciones de acercarse, o al menos eso iba a hacer hasta que el caos se desata.
El muro que había junto a Uriah acaba de estallar. Los fragmentos de cristal y metal salen disparados del centro de la flor, y el cuerpo de Uriah está entre ellos, es un proyectil inmóvil. Un ruido sordo me recorre mientras mi cuerpo tiembla. Grito el nombre de mi amigo, aunque no me oigo por culpa del pitido en mis oídos.
A nuestro alrededor, todos están agachados, con los brazos sobre la cabeza, pero yo estoy de pie, junto a Tris, que observa el muro del complejo: nadie entra por él.
Unos segundos después, todos empiezan a correr para alejarse de la explosión, mientras que yo me lanzo contra ellos, con los hombros por delante, para llegar hasta Uriah. Un codo me golpea en el costado y caigo de bruces, arañándome con la esquina de una mesa. Me pongo de pie como puedo mientras me limpio la sangre de la mejilla con la manga. La tela se desliza sobre mis brazos, y lo único que veo son extremidades, pelo y ojos muy abiertos, además del cartel que hay sobre sus cabezas: “SALIDA DEL COMPLEJO”
–¡Dad las alarmas!–grita uno de los guardias del control de seguridad.
Me agacho para pasar por debajo de un brazo y tropiezo de lado.
–¡Ya lo he hecho!– grita otro guardia –¡No funcionan!–
Tris me agarra por el hombro y me chilla al oído:
–¡Tenemos que irnos!– exclama tratando de tirar de mí.
–Tengo que encontrar a Uriah– murmuro aún en shock conteniendo las lágrimas –Le prometí a su hermano que cuidaría de él–
Empujo a Tris y le pido que siga sin mí, la rubia asiente y se marcha en la misma dirección hacia la que corre la gente. Avanzo más deprisa al encontrar un pasillo abierto, sin gente que me entorpezca el camino. Cuando estoy junto al agujero del muro, miro en todas las direcciones, buscando a Uriah entre los escombros, hasta que unos metros más allá veo un bulto en el suelo.
Caigo de rodillas junto al cuerpo inerte de mi amigo, está muy magullado y no tiene buena pinta. Le tomo el pulso y suspiro aliviada al notar que aún tiene, aunque es débil.
–¡Ayuda!– chillo en dirección a los guardias de seguridad –¡Necesita un médico urgentemente!–
Las lágrimas caen por mis mejillas sin control, ver a Uriah de este modo me ha podido, debía protegerlo, yo debía...
–Aparta, lo llevaremos al hospital– la voz de uno de los guardias me saca de mi ensimismamiento.
Me aparto rápidamente de mi amigo y observo como lo cargan entre dos y se lo llevan. Mi mirada se queja fija en el pasillo por el que acaban de desparece mientras trato de poner en orden mis pensamientos. La rabia y la ira se abren paso entre miles de sentimientos y no me hace falta pararme a pensar mi próximo movimiento, tengo que ayudar a la rubia.
Me guío por los carteles y corro a toda prisa hacia el almacén, el objetivo de Nita y los suyos. Hay un montón de guardias muertos, otros tantos heridos. Una mujer se arrastra por el suelo sosteniéndose el abdomen, me agacho junto a ella y me quito la sudadera quedando en una camiseta de tirantes.
ESTÁS LEYENDO
ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄ
Ciencia FicciónEn la ciudad de Chicago, cuando cumples los dieciséis, estás obligado a elegir el futuro que quieres llevar. Algunos se quedan donde están. Otros se marchan en busca de libertad. Y un pequeño porcentaje de jóvenes pone su vida patas arriba después...