Me mantengo al margen de todo durante unas horas, después de ver esas imágenes no dejo de ver a Will en todos lados. Estoy encerrada en mi no tan antigua habitación, tirada en la cama boca abajo, con la cara enterrada en mi almohada. Hacía mucho que no lloraba abiertamente, y de algún modo, hacerlo me ha venido bien. Tris ha intentado convencerme para que le abra e incluso mi madre se ha pasado por aquí al saber que he vuelto. Según ella, mi padre no quería decir eso en el juicio, pero ella sabe perfectamente el odio que me tiene y que dado que es un veraz, no miente.
–Eris, abre la puerta– la voz de Jack retumba al otro lado –Alguien quiere verte–
Gruño ignorándolo y hundo más mi cara en la almohada tratando de cortar mi respiración. Los golpes en la puerta se intensifican, al menos hasta que alguien le pide al chico de pelo azul que pare.
–Ricitos, soy yo– susurra al otro lado Christina.
El corazón me da un vuelco, no la he visto desde el juicio y la verdad es que la cosa no ha acabado bien, creía que no querría verme.
–Abréme anda– añade mi mejor amiga obligándome a levantarme.
Me dirijo a paso lento hacia la puerta, todo lo acontecido va a acabar conmigo tarde o temprano, lo noto físicamente, estoy cansada. Giro la llave varias veces quitando así la seguridad de la puerta y me aparto mientras la abro. Frente a mí tengo a Chris que lejos de parecer cabreada u odiarme, me mira con preocupación. A sus espaldas, Jack me observa haciendo una mueca.
–Mejor os dejo a solas...– comenta el chico despidiéndose.
Mi amiga entra en la habitación y cierra, quedando cara a cara conmigo.
–L-lo siento Chris...– murmuro con la voz entrecortada –Yo.. No sabía... No quería...–
–Lo sé– susurra ella con los ojos cristalizados –Sé mejor que nadie que tú hubieras dado lo que sea por salvarlo, no es culpa tuya–
–Pero yo lo maté...– agrego soltando un sollozo, las manos me tiemblan, aún siento el peso del arma en ellas.
–Te estaba apuntando, era él o tú– sentencia mi amiga agarrando mi cara –Hiciste lo correcto Eris, aunque duela–
No puedo evitar largarme a llorar de nuevo, soltando toda la culpa que llevo dentro. Christina se aferra a mí rodeando mi cintura con sus brazos y me da todo el calor que necesito ahora mismo. La rodeo y la aprieto contra mí, sintiendo mucho haberle arrebatado a su otra mitad.
–¿Qué ha sido del rubio?– pregunta mi amiga tras un rato en silencio.
–Está del lado de Jeanine, lo he perdido para siempre...– me limito a decir soltando un suspiro.
–No lo creo– suelta Chris mirándome con cierta diversión –Está muy pillado de ti, dudo que se vaya a olvidar de lo que sea que tuvisteis–
–Ese es el problema, no hubo nada– agrego rodando los ojos –Puede que nos besaramos un par de veces y que me confesara indirectamente que le atraigo, pero sigue siendo la misma persona que va tras los Divergentes por órdenes de Jeanine–
Mi amiga hace una mueca y asiente de acuerdo con lo último que he dicho, después de todo es la verdad. Eris ahora mismo es un verdugo y yo podría ser su próxima víctima. Me duele verlo así y que las cosas estén tan mal, con él me sentía agusto y protegida, sin embargo ahora solo siento terror.
Nos pasamos casi dos horas poniéndonos al día después de este lapso de tiempo separadas. El tema de ser divergente no me lo reprocha, ni siquiera le molesta que se lo ocultara, lo ha entendido. También dice que siempre ha sabido que soy especial, siempre ha visto en mí cosas de cada facción y eso es lo que más le gusta.
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ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄ
Science FictionEn la ciudad de Chicago, cuando cumples los dieciséis, estás obligado a elegir el futuro que quieres llevar. Algunos se quedan donde están. Otros se marchan en busca de libertad. Y un pequeño porcentaje de jóvenes pone su vida patas arriba después...