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El momento ha llegado, el hall se está llenando de osados cargados con ropa y armas, dispuestos a volver a su hogar. Me siento orgullosa de pertenecer a una facción como Osadía, de tener un lugar al que llamar hogar. Desde que llegué me sentí muy arropada por ellos, siempre supieron ver mi potencial. Y ahora míranos, hasta en las malas, siempre juntos.

Cuando el último de los osados llega al punto de encuentro, Cuatro da la señal para que empiecen a salir del edificio. Zeke, Lynn y Helena no vendrán con nosotros, al menos no todavía, primero tienen que lograr estabilizar a Shauna. Aunque la chica no fuera del todo amable con la rubia y conmigo por ser Divergentes, no le deseo mal alguno, ojalá salga de esta.

–¿Vamos?– la voz de Eric interrumpe mis pensamientos.

Lo miro y no puedo evitar sonreír levemente al verlo cargar mi bolsa, no me ha dejado cogerla. Asiento y ambos nos dirigimos hacia la entrada, siguiendo al grupo de osados. Kang se queda perplejo al ver como abandonamos su facción y más cuando ve a Eric caminando como si nada a mi lado.

–¡No podéis iros!– exclama el líder de Verdad –Si lo hacéis, os prometo que nos uniremos a Erudición y seréis nuestros enemigos–

–Pero, ¿eso no había sucedido ya?– cuestiono irónica, pues entregándonos es exactamente lo que va a hacer.

–Tu padre tenía razón al final– escupe Kang haciéndome apretar mis puños.

Paro en seco y estoy a punto de darme la vuelta cuando Chris se coloca a mi lado y me obliga a andar.

–Toda la facción te odia Kang, menos mal que no te da por preguntar qué opinan de tí...– suelta Chris haciéndome reír.

En un movimiento simple y conjunto, mi mejor amiga y yo sacamos nuestro dedo del medio hacia nuestras espaldas, dirigida al grandísimo líder de Verdad. Eric nos mira divertido y nos apremia para que salgamos del edificio.

Volver a Osadía resulta extraño, sobre todo después de lo que viví la última mañana que estuve aquí. En cuanto entramos en el pozo, una lluvia de imágenes viene a mi cabeza, haciéndome recordar la muerte de aquel Divergente que no sabía que sucedía o como vi a Eric mirarme con tristeza al verme supuestamente metida en la simulación.

Dejo todo eso atrás en cuanto me entregan una pistola de paintball, el hombre que me la acaba de dar está explicando nos en qué tipo de sitios puede haber cámaras escondidas. Tenemos que encargarnos de tapar cada una de sus lentes para que así los eruditos no puedan tenernos vigilados.

Christina, Tris y yo nos miramos mutuamente durante unos segundos, es nuestra forma de retarnos las unas a las otras.

–Quien tape más cámaras podrá comer todo el pastel especial de Osadía que quiera– propone mi mejor amiga.

–Me apunto– dice Jack uniéndose a nosotras.

–Pero, no hay quien lo prepare– comenta la rubia haciéndome bufar.

–Por eso no hay problema– dice Eric llegando hasta donde estamos, seguido de Cuatro –Tenemos un escondite buen escondite lleno de pastel–

–¿Vosotros?– cuestiono algo confusa –¿No os lleváis a matar?–

–Sí, pero la comida es la comida.– dice Cuatro encogiéndose de hombros –A los dos nos gustaba tanto ese pastel que todas las semanas durante los últimos años robabamos dos porciones cada uno–

–Dios mío, esas son muchas porciones– comenta Christina babeando.

Sonrío de lado y me acerco al rubio quién me mira con una ceja alzada. Lo agarro del brazo y lentamente nos separamos del grupo que aún sigue calculando de cuántas porciones hablamos. Cuando el peli azul se da cuenta de que nos estamos alejando, da la voz de alarma y es ahí cuando echo a correr.

ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora