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Una vez el suero ha hecho efecto, salimos del almacén encontrándonos con los guardias muy desorientados. Pasamos de largo ya que estamos inoculadas y cruzamos las puertas dobles, las cuales están hechas pedazos. Frente a nosotros están Eric, Matthew, Jack, Noah y Caleb, con expresiones de derrota y algo decaídos.

Silbo llamando la atención de todos, que nada más vernos en pie a ambas se quedan atónitos. Mi hermano trata de dirigirse hacia mí, pero el rubio se le adelanta. Con los ojos cristalizados me examina de arriba a bajo y me abraza, escucho como solloza contra mi cuello, haciendo que el corazón me de un vuelco, nunca lo había visto así.

–Has cumplido tu promesa, no me has dejado– susurra mirándome directamente a los ojos.

Siento un nudo en la garganta y unas irremediables ganas de llorar, si de verdad hubiera muerto ahí dentro, lo hubiera destrozado.

–Lo siento, tenía que hacerlo, ella...– murmuro dejando que las lágrimas rueden por mis mejillas.

–Lo sé, tranquila– susurra él acariciando mi rostro –No pasa nada, lo importante es que estás bien, ambas lo estáis–

Asiento levemente y me aferro a él, mientras mi hermano espera su turno. Noah me da un golpe en el brazo cuando me tiene enfrente y me recrimina el haberle dejado inconsciente.

–Ibas a seguirme, tenía que impedírtelo– me limito a decir encogiendome de hombros –Por cierto, he matado a nuestro abuelo–

Mi hermano no se sorprende para nada.

–Si no lo hacías tú, iba a hacerlo yo– es lo único que se atreve a decir, restándole importancia.

Aún habiéndose criado con David, se dió cuenta de la persona que era y se alejó, estoy muy orgullosa de él.

Matthew dice que es sorprendente que nuestros cuerpos hayan aguantado al suero de la muerte y que lo mejor será que nos hagan un chequeo. Yo me siento bien dentro de lo que cabe, mi cuerpo se siente más ligero y no me noto nada raro. Igualmente a Tris y a mí nos obligan a ir a ver al médico.

En el hospital nos obligan a esperar en una habitación a parte, sin entrar en contacto con nadie. Antes de hacernos pruebas, los médicos nos piden que nos aseemos bien y nos dan un mejunje especial que huele a rayos. Quieren estar seguros de que no quedan restos en nuestra piel del suero de la muerte, ya que eso sería dañino para los que estuvieran en contacto con nosotras. No puedo evitar pensar en cómo los chicos nos han abrazado, si hubieran estado en peligro, ya lo sabríamos.

Termino de ducharme, me coloco el camisón que nos han proporcionado y salgo a la habitación, donde Tris está mirando por la ventana que da al exterior.

–Aún no entiendo el que tengan que hacer los camisones así, se me va a constipar el culo– comento ganándome la mirada de la rubia.

Me doy la vuelta y toco mi culo, que está visible gracias a la abertura en la espalda que lleva la prenda. La rubia no puede evitarlo y se echa a reír, la confianza que hay entre nosotras lo es todo.

–¿En qué piensas?– le pregunto acercándome hasta dónde está.

–En Cuatro y los demás– dice soltando un suspiro –¿Cómo crees que les está yendo en la ciudad?–

–¿Qué pregunta es esa?– cuestiono frunciendo el ceño –Son el cuarteto imparable, aunque Peter no me caiga muy allá, también sabe pelear–

Ella asiente de acuerdo conmigo, ahora solo nos queda esperar a que vengan y saber que todo ha ido bien.

La puerta de la habitación se abre, un hombre de mediana edad con bata entra, seguido de dos enfermeras y Matthew. El pelinegro sonríe levemente al vernos, mientras que los demás no nos miran con muy buenos ojos. El médico nos pide que nos sentemos en nuestras respectivas camas y nos explica que deben hacer unos análisis de sangre para cerciorarse de que nuestro organismo esté bien tras la exposición al suero.

ʀᴇᴅᴇɴᴄɪᴏ́ɴ / ᴇʀɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora