Capítulo 11

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Las espadas chocan con cada movimiento que ejercemos para definir quién obtiene la victoria. El sudor y cansancio son bastantes visibles, pero es satisfactorio sentir como las tensiones desaparecen de tu cuerpo.

Ayer fue un día de mucho trabajo, tuve que atender y organizar asuntos importantes de mi imperio, como a la vez, sobrellevar el dolor de ser una semana muy difícil para mí.

Parte del estrés también es, porque están intentando sacar a Amelia de las celdas y eso me angustia, no quiero ni imaginar lo que puede hacer si llega a estar libre. Ellos creen que se saldrán con las suyas, pero soy astuta y ágil, un contrincante fácil nunca voy a llegar a ser.

—Majestad, el día de hoy combatió perfectamente —comenta María, después de derrotarla.

Mi nueva contrincante en los entrenamientos.

Es un método que empleo para analizar mi nivel de batalla con la espada.

—Espero que usted también lo haga en la siguiente batalla —contesto.

Es buena, pero como no tengo hoy mucha energía, necesito superarla con mejor ánimo en la siguiente combate para buscarme a otra u otro y así seguir excediendo más la agilidad y experiencia en mi lado de guerrera.

—Sería un honor —responde entusiasmada.

Da una reverencia, mientras salgo del área de entrenamiento con una toalla rodeando mi cuello.

El cansancio es dueño de mi cuerpo ahora mismo. Subo a la habitación para tomar un baño relajante.

Después de una hora, estoy en una plataforma envuelta de un vestido de corsé con tirantes y acampanado abajo. El vestido es brillante y negro. Casi siempre llevo el mismo peinado; un semi recogido con la corona imperial.

El sol está por la mitad, subiendo hasta su cima. Admito que me despierto bastante temprano, pero es para que el día me rinda, como estoy llena de responsabilidades, no me gusta dejar nada a medias. Además, despertarme tarde no es lo mío, seis de la mañana y ya estoy en el baño. Es una costumbre para mí.

Algo que precisamente no es muy común en cierto hombre, quien, cuando le abren la puerta de la sala de diseñador, sacude su cabello negro y la cara que trae no es de alguien muy feliz de estar de pie justo ahora.

Alza la mirada y me encuentra a través del espejo.

—Buenos días —lo saludo.

Asiente con la cabeza, bajando los ojos hasta el escote que está arreglando mi dama de compañía.

—¿Te gusta el horario? —le pregunto.

Quita la mirada al saber que me enteré de su indiscreción. Busca algo y cuando lo encuentra, se encamina a recostarse en un mueble de ropa y quedar con la vista directa hacia mí.

—Ya estoy recapacitando en ello —dice.

Escondo la sonrisa y dejo que mi dama de compañía termine con mi vestido.

—¿No están prohibidos los hombres cuando usted se está vistiendo, majestad? —me pregunta una doncella de segundo rango.

Zac mantiene su atención puesta en mi persona, pero con una mirada baja, casi aburrido, si es eso lo que desea demostrar.

—Si, pero para él no —insinúo—. El enemigo está por todas partes, no podemos desconfiar.

Las mujeres se ríen muy bajito, porque es inevitable no tenerle un sentimiento atrayente al hombre que finge que no le importo.

—Listo, alteza —me dice Linda—. Solo falta el último detalle.

Una doncella le pasa un polvo brillante y con una brocha lo empieza a esparcir sobre mi escote.

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora