Capítulo 27

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Recuerdo de hace cuatro años.

Estoy montada en Naiara con varias guardianas a mi alrededor. El general también se mantiene a mi lado caminando junto a mis súbditos. Visitamos la provincia Caliha hace dos días. Teníamos que atender varios asuntos de la realeza.

Ahora el sol está haciendo efecto mientras transcurrimos por una calle de piedras, no hay más que monte en su entorno. Este lugar es el camino del solitario, así lo llaman porque está despejado de cualquier cosa; no hay casas ni granjas, todo es muy solo y es el atajo más rápido para llegar a la capital general.

Alzo la cabeza y cubro con la mano la luz que se avecina a mis ojos. Bajo la vista y me remuevo incómodamente, sabiendo que es medio día y que nos queda mucho por recorrer antes de llegar. Tengo hambre y sed, pero no lo mencionaré porque si lo hago, querrán detenerse y eso nos atrasaría y es lo último que deseo. Por otra parte, está mi armadura que cada vez se me hace más estorbada por su peso y diseño. Todo me molesta, me estoy empezando a poner de mal humor.

—Todos tienen sus espadas menos yo —me quejo con Sofía, que va más cerca—. Digo, si voy a usar de adorno mi armadura, por lo menos dame una arma para complementar la tradición.

Ella solo me sonríe sin responder y eso aumenta mi frustración. Puede que amenacé a un comerciante pasivo con la espada, haciendo que me la quitarán para no arruinar mi imagen —cosa que sé que no me interesa y haré lo que quiera en su momento—. Tengo veinte años y apenas todos se están amoldando a mi régimen, pero me frustro tanto cada vez que no lo entienden y se ponen en discusión por mi forma de gobernar.

Pasa el rato y seguimos con la misma sintonía tediosa. Traigo mi cabello atado, pero este ya me está empezando acalorar más de lo que ya estoy.

Dirijo los ojos al frente cuando noto cómo ocho hombres se acercan a nosotros sin ninguna importarles que sea la reina, ya que se cruzan en nuestro camino. Sin remedio, detenemos el paso.

—¿Qué están haciendo? —exige saber el general—. Hagan espacio para su alteza real.

Ladeo la cabeza curiosa porque no responden y al mismo momento, capto por el rabillo del ojo como de atrás aparecen más de diez, superando a mi guardia.

—¡Emboscada!

En milisegundos todas despojan las espadas.

—¡Protejan a la reina! —ordena Beatriz, atacando de inmediato.

Empiezan a enfrentarse. El general se va encima de un hombre que intentaba ir por mí, las guardianas no se quedan atrás y pelean sin ningún miedo por protegerme. Desde arriba de mi yegua aprecio como clavan espadas y caen cuerpos inertes del enemigo, mas nadie se da por vencido.

Malditos rebeldes, esperen a que llegue a mi casa y los mande a matar a todos... o mejor lo hago yo misma.

Ya se me dio por hacer la última opción.

—¡Majestad, ni se le ocurra bajarse de ese caballo! —me grita Jezreel, al captar mis intenciones.

Lástima, porque justamente eso voy hacer.

Volteo los ojos con desinterés y bajo de mi caballo. Quiero irme a mi palacio y esto solamente está atrasando mi deseo. Avanzo con seguridad hasta un enemigo que forcejea con una guardiana.

Cuando ya superaste a tu maestra, no te da miedo enfrentarte a lo que sea.

Llego hasta donde él y con mi codo golpeo su rostro. Los dos caen, pero con rapidez le quito su propia espada, clavándosela en el pecho. Apenas la levanto rajo el estómago de un nuevo oponente. Soplo un mechón suelto y batallo con unos cuanto más. Me libró de ellos  y me enfrento con uno que me da pelea de verdad, es muy fuerte, pero no tiene agilidad, por eso mismo es que logro cruzar armas entrelazándolas en una X, haciendo resistencia por unos segundos más, hasta patear su entrepierna y liberarlo de mí. Rápidamente le clavo el filo en el abdomen, matándolo de enseguida.

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora