Recuerdo de hace siete años.
Me duele demasiado el cuello, seguro es por mi mal dormir. Normal, no he podido hacerlo bien en estos últimos días.
Solo el sentir que no tengo el calor de mi hermana, me hace llorar y recordar lo que estoy viviendo hace cuatro meses desde su partida. Es como si te hubieran golpeado, dicha acción queda en el pasado, pero el dolor sigue presente. Lo mismo me sucede y no sé por cuánto tiempo más podré resistirlo.
—Majestad, ¿es de su agrado la cena? —pregunta una mujer del consejo.
Me encuentro en la silla real de la mesa del comedor, mi condesa está acompañándome, al igual que quienes pertenecen al consejo real.
—Así es —musito sin importancia.
Paseo la cuchara que sostengo por todo el alimento que me fue servido, sin tener las mínimas ganas de ingerirlo.
No llevo ni un año siendo reina y ya deseo abdicar. La responsabilidad y la muerte de mi pequeña hermana están siendo una carga demasiada grande para mí, sumándole el odio que siento contra mi madre y el abandono de mi padre.
No sé qué hice para merecer esta vida. Me hubiera gustado haber estado en la época de la aldea Clayton y no estar rodeada de pura gente ambiciosa y deseosa de querer todo lo que tienes.
—Majestad —me llama un señor—. Con plena sinceridad, le queremos recordar que toda reina al ser coronada debe de tener un rey. No lo comentamos antes porque todo fue muy repentino, sin embargo, ya nos parece el momento de...
—No hay apuro —interviene mi condesa—. Hace poco cumplió los diecisiete años y es muy joven para esas costumbres.
Mi mirada está perdida mientras juego con la lechuga de mi plato.
—En la monarquía desde su nacimiento ya son comprometidas —comenta la mujer—. No sería ninguna sorpresa que nuestra nueva reina contraiga matrimonio. Es joven y hermosa, no hay problema con conseguirle un hombre digno.
—No lo necesito —declaro de repente.
Llevo mi mano hacia el vaso para tomar agua, sintiendo la mirada de todos en mí.
—¿Cómo? —investiga la mujer.
Bajo el envase y dirijo mis ojos a la señora que tiene su entrecejo fruncido.
—No deseo casarme —respondo—. ¿Es que no lo notan? Mi mamá mató a mi hermana y después me abandonaron —expreso con neutralidad—. Todo eso me deja muy fuera del interés amoroso, dado que tengo mayores problemas que superar.
—Ayla... —susurra con tristeza Mariela.
—Excelencia —habla esa mujer detestable—, nos duele también la tragedia, no obstante, esto no consiste en el amor, es del beneficios para el reino y...
—Guárdese su codicia que yo no le daré el gusto a nadie.
—No es codicia.
—Claro —contesto con sarcasmo.
—Escuche, majestad...
—¿No la pueden dejar en paz? —exclama mi condesa—. Ya dijo que no quiere.
Son tan fastidiosos.
—No consiste en que sí quiere o no —impone con autoridad un hombre—. Es su deber como soberana.
—Y su deber es servirme, así que guarde silencio —le devuelvo con enojo.
Pero claro, les importa poco mi palabra.
ESTÁS LEYENDO
QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)
Ficción históricaAyla Clayton. Una reina imperial que gobierna un continente entero. Lucha con un enemigo que ha estado intentado extinguir su linaje desde hace muchos años, mientras consigue la justicia que merece su hermana difunta gracias a su maniática madre. Co...