La guerra
Narrador omnisciente.
En el enfrentamiento de hace dos años, Elías hizo masacre con los Muscadines por simple gusto. Desastre que Ayla jamás perdonó. Por lo cual está por enseñarle a quién realmente desafió.
—¿Quién lo mató? —pregunta la reina, caminando hacia la sala de juntas, mientras es seguida por todos.
—Todavía no hay sospechosos del acto, majestad —le contesta Lean, quien se adelanta para abrir la puerta a la soberana.
Todos entran a la sala, pero nadie se pone cómodo, porque esto no será una reunión de horas. No hay tiempo para tomar decisiones de largo plazo.
La reina se voltea hacia una guardiana. Ella pasa saliva por su garganta al ver que la atención de la reina recayó en su persona.
—Entonces, alguien se infiltró en mis aposentos —empieza enojada—. ¡Donde hay miles de guardianas!
Su alteración es comprensible.
—Lo siento, reina mía —se disculpa.
Ayla sabía que Elías iba a ejecutar cualquier movimiento que le diese motivos para atacar. Porque el rey está disgustado por el falso ataque de Ayla, quien estuvo burlándose de él con el fin de que hiciera lo que la reina quería.
—¿Alteza, cómo procedemos? —le pregunta el general.
—Como está estipulado —contesta con firmeza—. Quiero el ejército imperial en los campos de Bert, ¡pero ya! —les ordena—. ¡Al igual que todos ustedes. Muevan esos pies, que no hay tiempo!
Todos, menos su conde y su guardia imperial, salen de la sala.
El pelinegro y la reina cruzan miradas unos segundos, en los cuales los sentimientos y nervios hacen acto de presencia. Sin embargo, Zacarías decide irse para prepararse con su armadura.
La reina suelta un suspiro para encontrar mayor concentración y mirar a su amigo.
—Ayla —la llama Lean, antes de que salga de la sala—. Prométeme que volverás completa.
La reina le sonríe sin ganas y se acerca hacia él, dándole un breve abrazo. Siente su miedo por perderla, pero tal temor no la hará detenerse ni dudar, ya que ella es una guerrera y lo que está apunto de suceder es su deber como reina.
—No te vas a librar de mí tan fácilmente —le susurra.
Se separa y le da un beso en la mejilla a su conde.
Ayla sale de la sala con los ojos de su conde siguiéndola. Con pasos determinados llega a la salida, en donde una guardiana le entrega su arco y dagas para las vainas de sus muslos. La reina se coloca todo, preparándose para la confrontación.
Al estar lista, la presencia del gran hombre, que no necesita mirar para saber quién es, se posiciona a su lado derecho. Las ganas de abrazarlo y de besarlo la comen viva, pero con el pensamiento de que eso sucederá después, caminan hasta la salida sin ningún tipo de distracción. La yegua de la reina está cubierta de armadura, como los demás caballos. Ayla no duda en montarla. Da algunas rápidas órdenes a la capitana de la tropa de respaldo que vigilará cada rincón de su nación. Así estarán alertas en todo momento y cerrarán todas las fronteras para evitar vías de paso a cualquiera.
Sin más que decir, la reina y su séquito galopan con sus caballos al lugar del batallón.
Rodean el castillo, pasando por el pueblo y les indican a los Muscadines que se encierren en sus casas hasta que todo esté controlado.
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QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)
Ficção HistóricaAyla Clayton. Una reina imperial que gobierna un continente entero. Lucha con un enemigo que ha estado intentado extinguir su linaje desde hace muchos años, mientras consigue la justicia que merece su hermana difunta gracias a su maniática madre. Co...