Me siento en la cama con la respiración acelerada.
Respiro hondo repetidamente para tranquilizarme. Las pesadillas son asquerosas. Y más cuando son pesadillas de mi pasado. Las odio y las repugno. Poco a poco me he ido calmando, pero cada vez que se me presente una, reacciono de manera distinta. Esta vez, milagrosamente, solo me aceleró mi pulsación, sin embargo, hay veces que grito y las guardianas entran asustadas a mi habitación.
No me agrada esa forma de despertar, por ello, trato de no pensar mucho en mi pasado, si lo hago, puede ser que despierte a medio palacio y tal solo la imagen, me desagrada en lo absoluto.
Escaneo mi alrededor y me doy cuenta de que es de madrugada.
—Vaya forma de despertarme temprano —susurro para mí misma y me quito las sábanas de encima.
Me limpio una gota que baja por mi cien, porque al parecer, también estoy sudando. Genial.
Ya es demasiado extremista lo que me ocurre. Afuera está nevando y yo aquí sudando como si hubiera entrenado todo el maldito día.
Me levanto de golpe de la cama. Necesito chocolate y debo limpiarme, odio estar así. Camino hasta el baño para secar el sudor de mi cuerpo. Ya mañana me bañaré.
Molesta, limpio la frente con afán. Termino y dejo la toalla con fuerza en donde estaba y salgo de mi baño con mal humor.
Despertar de esa manera, es algo que odio. Me quita horas de sueño y también atrae mi mal humor. Solo una buena taza de chocolate con leche, me quitará este estrés que ahora cargo encima, gracias a mi pesadilla.
Bajo las escaleras con rapidez. No me fijo en nada que no sea la puerta de la cocina. Llego a esta y me voy directo a mi alacena de oro. La abro y saco mi chocolate en líquido con leche. Debería de calentarlo, pero cómo no sé hacerlo y todos se encuentran durmiendo, solo destapo la botella de vidrio, huelo, compruebo y después tomo un trago gigante.
El chocolate es mi calmante.
La ira no desaparece de inmediato, sin embargo, poco a poco siento el alivio regocijarse en mi cuerpo, hasta terminarme la botella de vidrio entera.
La dejo en una mesa y me retiro de la sala. Intentaré dormir más. Por la luz y la altura de la luna de hoy, me di cuenta que no son más de las tres de la mañana. Tengo como cinco horas para dormir bien.
Esta vez subo las escaleras con lentitud. El sueño vuelve de un momento a otro. Cubro un bostezo con mi otra mano, pero de repente, alguien toca mi hombro. Me giro con rapidez y doblo su muñeca totalmente a la defensiva.
—Maldición, Ayla —se queja Zacarías, conteniendo una mueca.
Reacciono al instante y lo suelto.
—Lo siento, no...
—No pasa nada —me interrumpe.
Mueve la mano para aliviar el dolor y la otra la usa para sostener una taza de cerámica.
Mi mirada queda en la muñeca que lastimé, comprobando que no le hice realmente daño.
Necesito calmarme.
Después, despierto de mi modo defensivo y me dedico a reparar su imagen. Tiene su pijama, es de color negro —por supuesto—, de seda y realmente se ve más atractivo, más deseable. Es decir; no puedo dejar de mirarlo por lo bien que está en una simple prenda para dormir, aún más cuando su cabello ni siquiera lo peinó, como si hubiera dado vueltas a la cama y se levantó de ella sin reparar su imagen.
—¿Así duermes siempre? —le pregunto.
Se echa un vistazo y asiente con la cabeza. Muerdo mi labio inferior para evitar un comentario, pero no puedo lograrlo.
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QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)
Ficción históricaAyla Clayton. Una reina imperial que gobierna un continente entero. Lucha con un enemigo que ha estado intentado extinguir su linaje desde hace muchos años, mientras consigue la justicia que merece su hermana difunta gracias a su maniática madre. Co...