Capítulo 20

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Camino con paso tranquilo a la oficina de mi conde, trayendo en mis manos unos papeles de contabilidad de Muscadet.

Estaba revisándolos, cuando me encontré con un asunto un poco interesante. Prefiero debatirlo con Lean para tener más soporte sobre el tema.

En medio camino, una guardiana real me detiene estando por llegar al pasillo que lleva hasta el estudio de Lean.

—Majestad, quería informarle que si gusta se puede reunir con su guardia imperial para que le informe lo que consiguió averiguar ayer.

Su anuncio abarca toda mi atención. Estaba ansiosa por saber lo que habló con el castaño y ver si me dirá la verdad o no, aunque este momento no es el preciso claramente.

—Dile que en cualquier momento lo iré a buscar —le ordeno.

Asiente antes de irse.

Retomo mi caminata con una curiosidad desesperada dentro de mí, inhalo un poco aire y me obligo a concentrarme en mi trabajo. Mi nana hizo todo lo apuesto a lo que prometió, está comprando muchas cosas, me notificaron que los carruajes que vienen a mi palacio están llenos de bisutería u otros materiales. No me importa, ya sabía que iba a ser así. Además, tengo el dinero suficiente para hacer fiestas todo el año si así lo quisiera.

Las guardianas que custodian la puerta del conde, la abren para mí cuando me visualizan. Entro observando los papeles, los ordeno para explicarle bien lo que necesito.

—Buenas tardes —saludo al entrar.

Subo mi mirada al escuchar dos sillas moverse y mi humor se contrae de enojo al ver a su esposa aquí, quien se inclina al verme.

Aprieto las hojas y dirijo mi mirada a mi conde; no lleva su saco, su camisa tiene dos botones sueltos y las mangas están enrolladas para más comodidad. Aún así, algo me dice que estaban en un silencio incómodo. No digo que con mi llegada mejoró, es más, creo que lo duplicó, por eso solo me dedico a sonreír.

—Majestad —habla él, dejando todo a un lado para prestarme atención—, ¿necesitas mi ayuda?

Asiento y le muestro los papeles en el aire.

—La contaduría otra vez —explico arrugando la nariz un poco.

Me da una sonrisa torcida y me señala el asiento que tiene al frente de su escritorio. Observo de reojo como su esposa se sienta en uno que está lejos de nosotros, el cual está pegado a una mini biblioteca.

Camino hasta el lugar y me acomodo en el. Lean arrastra la silla hasta mi lado para sentarse y definir bien el tema.

Intento no mirar mal a su esposa, mientras que él enfoca su vista en los documentos que le muestro.

—He estado haciendo el monto que tenemos para el ejército real, pero me da resultados que me inquietan un poco. Quiero que los mires bien para que busques si me he equivocado en algo —expreso.

Lean no sujeta los documentos, solo los lee en mis manos. También quiero leer para tratar de volver a buscar un error, pero el ruido de un objeto al caer, me alerta de inmediato. Por lo que dirijo mi mirada hacia el lugar de donde proviene el ruido.

Samanta.

Lean lo hace, pero de reojo capta que su esposa fue la causante del ruido, entonces sigue con su labor.

—Ten cuidado, Samanta —le ordena sin verla.

—Lo tendré —musita ella poniendo el libro en su lugar.

¿Por qué no puede irse a su casa? Me estresa que se la pase aquí. En serio me angustia, no es para nada bienvenida.

La estoy insultando internamente, cuando la pequeña risa de mi conde me distrae. Llevo mi atención a los papeles, porque me está señalando una parte de mi fórmula matemática.

QUEEN OF DARKNESS (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora